jueves, 12 de febrero de 2015

Aurora Vargas, un referente necesario

Nadie puede negar que estemos por la creatividad y la evolución en el flamenco. Desde luego, todo cuanto suponga enriquecimiento. Sin embargo, hay momentos en los que conviene mirar atrás para que este arte nuestro no se desnaturalice. Y esa es la oportunidad que nos brindó anoche Cajasol. Aurora Vargas (Sevilla, 1956) es un referente obligado de esa generación de artistas que se forjó un estilo propio. Ella lo hizo paso a paso, pero sin copiar a nadie.

Anoche nos acercó a la esencia del cante. Llamó a las cosas por su nombre. “Recital de cante” tituló lo que en realidad hizo: un recital. Sin pamplinas añadidas. Vino acompañada de lo imprescindible: una buena guitarra, Diego Amaya, y dos palmeros, Chícharo y Rafael Junquera. Y se puso a cantar.

Primero alegrías. Luego se fue metiendo en honduras, soleá, tientos-tangos, hasta que empezó a rebuscarse y dolerse por seguiriya —fue lo que más nos emocionó—. Había llegado al tuétano de la jondura. Ya estaba todo dicho. Así que se relajó y se fue de fiesta: bulerías y más bulerías, con sus pataítas reglamentarias. Estaba a gusto. Tanto que se iba y volvía al escenario una y otra vez. Y el público encantado.



                                                                                                   José Luis Navarro
                                                                                            Fotos: Remedios Malvárez