En un día desapacible en el que el tiempo aconsejaba
quedarse en casita, toda una familia de flamencos extremeños se desplazaban
desde Cáceres, convocados por La Casa de Extremadura, para ofrecer un generoso
recital en el salón de actos del Colegio Salesiano de la Trinidad.
En un programa maratoniano y tras la actuación del coro de
Villafranca de los Barros, comenzaba por
fin el recital flamenco. El grupo estaba compuesto por Raquel Cantero y Eugenio
Cantero, el patriarca de la familia, al cante. La guitarra viva y expresiva de Francis
Pinto, un solicitado y versátil guitarrista pacense, enamorado de la música,
que lo mismo acompaña cante, baile, interviene como solista o en un concierto
con otros instrumentos. Las palmas, jaleos y coros estaban a cargo de César y
Miriam Cantero, la percusión de Iván Mundilla y el baile de Carmen Osado,
componente habitual del grupo.
Ofrecieron un
repertorio poco al uso, en el que
se entremezclaba flamenco y acerbo cultural-musical extremeño, con
aportaciones de los propios artistas. Comenzó con unos versos del poeta extremeño Emilio González en la
voz, y a la manera de Pepe Pinto, de Eugenio y el fondo musical de Francis. Abrió el cante una ronda de cantes de faena: besana, siega,
trilla. Todos dichos al alimón por Eugenio y Raquel, como bandera, según ella
misma explicó, del mundo rural extremeño. A continuación, Raquel rindió homenaje
a la figura carismática de Tomás de Antequera con su famosa Zambra de mi soledad, que la familia
Cantero ha conservado y ella, atinadamente,
ha aflamencado metiéndola por bulerías. Lo mismo que su padre hizo seguidamente
en su Romería Extremeña, inspirada en
la famosa Romería Loreña del Niño de
la Huerta, hoy, prácticamente una pieza de museo.
Tras un recorrido por tangos tradicionales flamencos, Raquel
se metió de lleno en los extremeños, afortunadamente ya incorporados por muchos
cantaores de hoy en sus rondas por este palo. En ellos, nos dejó una muestra
fiel y clara de las peculiaridades tonales de Extremadura. De su viaje por tierras de ultramar, Eugenio se trajo una
amplia muestra de guajiras, tras las que cambió el tercio para dar paso al
baile por alegrías de Carmen, en las que Miriam hizo sus pinitos como cantaora
flamenca en unas letras, dichas con voz potente y buena factura. Tras una ronda sin micro por fandangos, los de Manolo Fregenal,
entre otros, a cargo de Eugenio, Raquel puso un magnífico broche final por
jaleos extremeños. El más paradigmático de estos cantes.
Más no se puede pedir. ¡Ojalá que estos intercambios
proliferen!
Eulalia Pablo