Cuando se revisan las biografías de figuras del baile
flamenco, hay una historia que se repite. Chiquillos y chiquillas que son
graciosos, que tienen algo especial y
sus padres los llevan a un maestro de baile, animados por familiares y
vecinos y así comienza lo que será un brillante futuro profesional. En la
actualidad y sobre todo entre jóvenes artistas extranjeros, la historia cambia
un poco. De repente, ya de mayores, entran en contacto con el flamenco, se dejan
envolver por su magia y deciden dejarlo todo y dedicarse fervientemente a su
estudio para convertirse en profesionales.
Este es el caso de Jazmín Centeno, una joven argentina, que tras
haber terminado sus estudios de
arquitectura, descubrió que lo que realmente quería era dedicarse al baile
flamenco y sin titubear se vino a España para aprender a construir sus propios
bailes. La verdad es que esa valiente decisión le está dando buenos resultados.
En poco tiempo ha conseguido un baile personal con muy buena estética, dibuja
con el cuerpo bellas diagonales y estilizados “cambrés” que acompaña con sugerentes
cimbreos de piernas y caderas en sus marcajes. Sabe también imprimir
expresividad y darle a cada baile su propio carácter. Eso es lo que hizo en el taranto rematado por tangos y en las alegrías que nos ofreció anoche.
Un caso parecido es el de Guillermo Guillem, quien también
decidió coger su guitarra y venirse de Francia para empaparse y adentrarse de
lleno en el difícil mundo de la guitarra flamenca. Abrió el recital con una
original composición suya, recién nacida, un atractivo “mélange” de cantes
indianos todavía sin nombre, ¿“Ecos de vidalita por bulerías”?
Nos causó muy buena impresión un cantaor para nosotros aún desconocido,
y encima paisano, Eduardo Hidalgo. Nos gustó sobre todo su cante por tarantos
rematados por unos tangos extremeños, con todo el sabor de nuestra tierra.
Eulalia Pablo