El flamenco es el arte de la pasión. Hunde sus raíces en lo
más profundo del ser humano y expresa lo que siente apasionadamente. La pasión
es lo que distingue al flamenco de todas las demás músicas. Sin pasión no hay
flamenco. Y eso es lo que es Manuela Ríos: fuego y pasión. También se le llama
temperamento y garra. Y genio. Todo eso tiene el baile de Manuela. Así vive
ella el flamenco. Así expresa ella lo que siente. Lo que el flamenco le hace
sentir. Apasionadamente.
Otro rasgo personal del baile de Manuela es la expresividad.
La intensidad con que es capaz de expresar todo lo que siente mientras baila.
Por eso, su baile llega directamente al espectador. Por eso, se apodera de él y
le emociona. Por eso le remueve las entrañas.
Manuela baila además con cada centímetro de su cuerpo, con
cada poro de su piel. Se expresa con el rostro, con las manos, con los brazos,
con los pies. Y va creando figuras añejas. Quiebros de otros tiempos. Vueltas
antiguas. Belleza de ayer que, afortunadamente, sigue viva hoy.
Anoche en la Sala Garufa vino acompañada de Pili Carmona y Ana
Real al cante, con el toque de Juan Real. Una prometedora guitarra que nos hizo
recordar al malogrado Pedro Bacán. Le auguramos un espléndido futuro.
Al final, como es habitual en este tipo de conciertos, se despidieron
con un fin de fiesta. Manuela hizo sus cantecitos y las cantaoras dieron sus
pataítas.
Manuela al cante y Pili Carmona al baile |
José Luis Navarro
Lugar: Sala
Garufa (Sevilla).
Fecha: 16 de
mayo de 2014.