sábado, 5 de octubre de 2013

Cantes viejos, flamencos nuevos

El cante flamenco no pasa en la actualidad por sus mejores momentos. Ha tenido que ceder  al baile el protagonismo que le convirtió en rey  indiscutible durante una gran parte del pasado siglo. Hoy, los porcentajes de participación de ambos  en las programaciones flamencas se han invertido. Sin embargo, anoche el Central se llenó con un auditorio compuesto en gran parte por incondicionales del cante. Le había llegado el turno a un grupo de jóvenes artistas que irrumpen con fuerza en el panorama flamenco. Atención a sus nombres, porque van a dar mucha guerra en el futuro.


Al frente del elenco, el  cantaor Jesús Méndez, quien, a pesar de su juventud, posee ya  dos trabajos discográficos y una nada desdeñable trayectoria. Venía acompañado por una joven  guitarra jerezana, la de Manuel Valencia,  la percusión de  Juan Grande y las palmas de Manuel Salado, Carlos Grilo y Diego Montoya.  Como invitado de honor colaboró Juan Moneo el Torta.

Abrieron el recital los “Tientos del querer”. Mantenían el toque y la estética tradicional pero con letras nuevas y se presentaban separados de su compañero tradicional, los tangos, que vendrían después como formato independiente. En ellos, dejó constancia de su ingente e indómito torrente de voz, que suponemos se irá remansando y puliendo con los años. Siguieron unas alegrías, rebosantes de brío, recortes y pellizcos. En las tarantas hubo letras poco conocidas, que suenan a novedosas y un brillante remate por verdiales, fandangos  de Lucena y de Frasquito Yerbabuena,  en los que lució el poderío de su voz y su destreza en superar las impresionantes subidas de los remates. Siguió una impecable soleá por bulerías impregnada de compás, saber y dominio.

El careo por bulerías entre él y el Torta trajo Jerez a esta noche sevillana y puso en pie a parte de la audiencia, un público que ya le había arropado desde el principio y que volvió a levantarse en bloque al final de su cante por seguiriyas. Siguió una ronda de fandangos que puso sobre el escenario ecos de la Paquera y Caracol, entre otros. Cerró el espectáculo un amplio despliegue por bulerías, al que se unió de nuevo el Torta y las consabidas pataítas.

La guitarra de Manolo Valencia, que fue ganando altura a lo largo del recital, nos sorprendió muy favorablemente por su excelente sonido y buen hacer.

Fue en suma un largo y generoso recital, que transcurrió  en un suspiro, como suele suceder cuando uno lo disfruta.


Eulalia Pablo