jueves, 4 de abril de 2013

La belleza de la perfección


El espectáculo que con el título de Cuna negra y blanca presentó anoche en la Sala Turina el bailaor catalán Jesús Carmona sorprende por la perfección y belleza de su baile. Cada movimiento, cada figura las concibe con imaginación y las ejecuta con una seguridad aplastante. Para ello dispone de la memoria viva de todo el baile español y, por supuesto, de la técnica precisa para poder llevarlo al escenario. Hay, es cierto, algo de frialdad en su interpretación. Su rostro resulta bastante inexpresivo, pero su cuerpo, verdadero protagonista de su baile, compensa y oculta esa carencia.


Cuna negra y blanca es un juego de colores y de sensaciones y conceptos. El negro evoca el vacío, el dolor, la ceguera. El blanco es la plenitud, el goce, las ganas y la  alegría de vivir. La elección de los estilos se ajusta a la transmisión de estos sentimientos. La trilla, los fandangos, el taranto y la soleá evocan el lado amargo de la vida. La nana, las sevillanas, el garrotín y el romance reviven su lado festivo.


La obra, que se estrenó oficialmente en la pasada edición de la Bienal de Sevilla ―previamente se había presentado en el Teatro Paco Rabal de Madrid― y ya ha pasado por el Festival de Jerez, llega a la Sala Turina más hecha, limpia de tiempos muertos. Le pasa como ocurría antes con las obras de teatro: que se terminaban de hacer a su paso por provincias para llegar impecables a Madrid.


Completan el elenco bailaor de Carmona dos buenas bailaoras: Lucía Campillo, de negro, y Ana Agraz, de blanco. Las dos espléndidas en sus respetivos papeles. La música, otro as del espectáculo, la ponen Jesús Corbacho, José y Maka Ibáñez (cante) y Daniel Jurado y Óscar Lagos (guitarras). Las luces, bien estudiadas y eficaces, son de David Pérez.

José Luis Navarro

Lugar: Sala Turina (Sevilla).
Fecha: 4 de abril de 2013.