miércoles, 24 de octubre de 2012

Gabriela la de los Peines y Raimundo Amador

Anoche me acerqué a La Caja Negra a ver a Gabriela la de los Peines. He de confesar que una de las razones por la que me decidí a ir fue lo llamativo del nombre. Aunque solo fuera por el recuerdo de la inolvidable Pastora, ¿quién puede resistirse a un nombre así? Sabía que era una bailaora muy joven y que, según me dijeron, apuntaba cosas. Y eso fue exactamente lo que pude apreciar.
 
 
Gabriela se presentó muy bien arropada: Vicente Gelo al cante y El Tudela al toque. Como ya es tradicional en estos recitales, principió la guitarra con unas guajiras y Gelo hizo soleá por bulerías. Hacía tiempo que no le veíamos y anoche nos volvió a causar muy buena impresión otro de los alicientes de esta sala es poder escuchar el cante sin megafonía añadida. La de los Peines apuntó por tonás para entrar de seguido en el mundo de la seguiriya. Puede llegar a bailar muy bien, porque tiene garra y temperamento y apunta maneras.
 
 
Nos preocupa, sin embargo, que muchas de estas posibles promesas se parezcan tanto entre sí; son, en muchos casos, calcos unas de otras. Todas bailan demasiado aceleradas y zapatean con excesiva fuerza y, por lo que hacen, parece que ignoren las fuentes del baile actual. A lo mejor soy un poco exagerado, pero creo que no deberían arrancarse por tonás sin conocer esa composición magistral que Antonio hacía en el martinete que se inventó para Duende y misterio del flamenco de Edgar Neville. Y lo mismo por seguiriya. En el más elemental acercamiento al aprendizaje de este palo deberían conocer y saborear aquella seguiriya que hacían Rosario y Antonio, con ese inspiradísimo diálogo de pies y palillos. Deberían ser asignaturas obligadas de cualquier academia. Desde luego, no se trata de copiar siempre el pasado, pero sí de conocerlo. Se evitarían así muchos peligrosos saltos en el vacío.
 
En la segunda parte, El Tudela hizo una farruca, Gelo cantó unos tangos y Gabriela se lució por alegrías.
Después La Caja Negra nos sorprendió con una actuación inesperada. Raimundo Amador, Paco Martínez, Manuel Imán y Pepe Bao se fueron subiendo a las tablas y nos regalaron una música soberbia. No es frecuente tener la fortuna de poder escuchar a unos músicos cuando deciden tocar simplemente porque les apetece. Es desde luego un lujo al alcance de muy pocos y anoche nosotros fuimos los afortunados.
José Luis Navarro