Menos mal que uno tiene sus nociones de historia y además se
molestó en leer el programa de mano. Pero nos preguntamos qué pudo haber
entendido un japonés —pongamos por caso— de lo que estaba viendo sobre el
escenario. Suponemos que saldría con la conclusión de que qué bien bailaba la
Pepa. Y, desde luego, no iría muy descaminado, porque, aunque fuese
excesivamente reiterativa en sus zapateados, hay que ver qué bien baila Sara Baras.
Y qué sabia es, cómo domina al público. Una ronda de pies, un desplante, un
brazo a los cielos, un foco de luz que la ilumina de pronto y aplauso seguro.
Foto: A. Acedo. Cortesía de la Bienal |
Sara Baras sigue con unos pies
prodigiosos, unos brazos la mar de bonitos, unos quiebros y giros igualmente
bellos y un increíble dominio de los tiempos que no dan pie a ninguna crítica. Las
alegrías que bailó fueron todo un deleite para el espectador. Es mucho Sara.
Además, no deja ningún resquicio a la improvisación escénica. No depende de la
posible buena o mala sonoridad del suelo de ningún escenario, que para eso
lleva ella sus propias tablas que amplían el sonido de los pies hasta donde
ella quiere.
Y no solo lleva sus tablas, lleva también un magnífico cuadro
de baile con José Serrano como artista invitado. Lo forman Carmen Camacho,
Charo Pedraja, Cristina Aldón, Isabel Ramírez, Macarena Ramírez, María Jesús
García, Natalia López, Tamara Macías, Alejandro Rodríguez, Daniel Saltares, David
Martín, Manuel Ramírez y Raúl Fernández. Como músicos lleva a Keko Baldomero y
Miguel Iglesias (guitarras), Antonio Suárez y Manuel Muñoz 'Pájaro'
(percusión), Saúl Quirós, Emilio Florido y Miguel Rosendo (cante), con la
colaboración especial de Ara Malikian (violín) y el cuarteto de cuerda
Aupaquartet. Casi es innecesario decir que ella firma el guión, la dirección y
la coreografía.
Esta Bienal ha tenido además la valentía de venir "a
taquilla", es decir, ella cobra lo que recaude en taquilla. Le
ofrecieron el teatro dos días y, como a todos los demás, un día más para preparar
el montaje. Ella dijo que sus muchachos lo preparaban todo en unas horas y que
actuaría los tres días. Ha subido el precio de las localidades y ha agotado las
entradas los tres días. ¡Qué pocos se atreven hoy a depender del público!