lunes, 18 de abril de 2011

Un romance por entregas. Pastora de nuevo en los escenarios

El matrimonio está, definitivamente roto y Pastora, tras prepararse escrupulosamente, escenificará su reaparición entre su más fervoroso público, el sevillano. Ni que decir tiene que su debut levantará una tremenda oleada de expectación y morbo. Este es el ambiente que refleja la prensa.
Pastora Imperio debuta.
Sevilla. 
El día 20 debutará en el Salón Imperial la famosa Pastora Imperio, esposa del torero el Gallo.
Se asegura que desde que se separó de su marido se ha dedicado a estudiar un nuevo repertorio y a diario ha estado ensayando con un reputado maestro de baile.
Heraldo de Madrid y La Época, 8 de marzo de 1912

La reaparición de Pastora Imperio.- Precauciones para evitar alborotos
La Empresa del Salón Imperial anuncia la reaparición de Pastora Imperio para mañana.
A pesar de lo elevado del precio de las localidades, casi todas están ya agotadas. Se han tomado precauciones para evitar alborotos.
La Correspondencia Militar, 21 de marzo de 1912 y El País, 22 de marzo de 1912.

La Imperio
Mañana reaparecerá ante el público de Sevilla Pastora Imperio, la célebre bailarina, mujer del Gallo.
En cuanto fijáronse los carteles del cine Imperial donde trabajará la Pastora— agotáronse las localidades, pagando el público por ellas triple de su valor.
Muchos de los admiradores de la bailarina han adquirido ya localidades para el domingo.
Este acontecimiento romántico-bailarín es la comidilla de los desocupados.
El Heraldo de Madrid, 21 de marzo de 1912.

La Pastora amenazada
La presentación de Pastora Imperio se aguarda con una curiosidad grandísima.
Sospechase que la reaparición de la famosa bailarina será accidentada, pues viene diciéndose desde hace días, que los incondicionales de su esposo el Gallito, preparan una manifestación de protesta.
Heraldo de Madrid, 22 de marzo de 1912.
El ejemplar del día 31 anuncia el debut de Pastora en el Romea madrileño para el 8 de abril y aclara que solo actuará cinco días por tener que cumplir algunos de los muchos contratos que tiene ya firmados. El Eco Artístico del 15 y 25 de marzo insertan carteles de propaganda calificándolo de “sensacional debut”.
La Correspondencia, como siempre, da cumplida cuenta de todos los pormenores y una completa descripción de la esperada actuación en la que Pastora utiliza sabiamente las coplas para apoyar su papel de víctima.
ANOCHE EN SEVILLA
Debut de Pastora Imperio
Noticias preliminares.
SEVILLA. Pastora Imperio ha debutado esta noche, y su debut ha constituido, por muchas razones, un acontecimiento.
Hace muchos días que las gentes, pensando en la reaparición de Pastora en la escena, se dedicaban a pronosticar lo que podría ocurrir.
Vaticinaban unos que Gallito se opondría decididamente a que su mujer actuase.
Decían otros que Rafael Gómez no pensaba meterse en nada, como si tal mujer no existiera ni tal debut se efectuase.
Con todo ello las gentes andaban intrigadísimas y el acontecimiento era esperado por el público con verdadera impaciencia, ante la perspectiva de grandes emociones.
Para el «Gallo» todo acabó.
Personas de la intimidad de Rafael Gómez aseguraban que éste dejaría a Pastora Imperio en completa libertad.
Esas mismas personas cuentan haber oído proferir al espada razones como las que siguen:
«Para mí, esa mujer ha terminado; como si no la hubiese conocido. Que haga lo que quiera y vaya donde le plazca. Yo no puedo olvidar que cuando me encontraba ausente de Sevilla, reponiéndome de una enfermedad, y nos carteábamos con frecuencia después de habernos visto pocos días antes, y hasta quedábamos de acuerdo respecto al punto en que hablamos de pasar la Nochebuena, se marchó de mi domicilio sin avisarlo previamente.
Si hubiera habido motivo —cuentan que añadía el Gallo—, si hubiese mediado siquiera alguno de esos disgustos que tan frecuentes son en los matrimonios, su proceder habría tenido cierta disculpa. Por la forma en que lo hizo, no puedo olvidar el hecho. Esa mujer ha concluido para mí.»
Habla la otra parte.
Al decir de parientes y amigos de Pastora Imperio, ella jura y perjura que su resolución estaba suficientemente justificada.
Refieren que ha vacilado mucho, que ha luchado más; pero llegó el momento en que quedó plenamente convencida de que toda reconciliación matrimonial era imposible y decidió volver a sus tareas escénicas.
—¿Por qué vuelve usted a la escena?— han preguntado a Pastora Imperio.
—Ya ve usted —ha dicho ella—. Yo no tengo medios de fortuna. Estoy obligada a mirar por mi familia. Necesito también asegurarme una vejez tranquila.
—¿Cuál va a ser la campaña?
—Tengo firmados ya algunos ventajosísimos contratos. Me propongo realizar una tournée por España, Inglaterra e Italia. Por último, marcharé a América. De América, cuando haya realizado mi propósito, volveré a España y retirándome definitivamente del arte me recluiré en mi rincón de Sevilla.
—¿Cuánto tiempo se propone trabajar?
—Sólo dos años.
—¿Y de repertorio de trajes?
—Tengo un repertorio grande: de más de cien números. En cuanto a trajes, me han confeccionado algunos nuevos. Y en su confección he huido de contemplar bordados y lentejuelas, que están ya muy vistos.
Lo que no dice Pastora.
En todo cuanto dice Pastora Imperio se nota un dejo de amargura.
Pone empeño en ocultarlo; pero no lo consigue.
Conserva el cariño profesado a su esposo, aunque éste, según la gráfica expresión de ella, «se complace en darle achares».
Precisamente por eso ha querido a toda costa debutar en Sevilla; porque cree que así toma venganza mayor del desvío que sufre.
Esperando el acontecimiento
Con los preliminares anotados, la fantasía popular forjó mil leyendas.
Hiciéronse infinitos calendarios.
Afirmábase que los partidarios de Gallito pensaban asistir al Salón Imperial para recibir a la cupletista con una silba que hiciese época.
Estos anuncios han obligado a las autoridades a adoptar precauciones extraordinarias.
Buen golpe de Policía se ha encargado de ejercer vigilancia estrecha en el teatro y en sus inmediaciones.
El aspecto del Salón Imperial era imponente. No cabía una persona más. Las localidades se habían agotado con exceso. Muchas personas quedaron con las ganas de entrar.
Durante los primeros números del programa, el público dio muestras de gran impaciencia.
Cuando llegó su turno a la Bella Imperio, se produjo en el público un gran movimiento de expectación.
Sale Pastora y canta.
Pastora Imperio aparece en escena. Su traje es negro y rosa. Va envuelta en un pañolón de Manila blanco. Destaca sobre el brazo un crespón negro.
El público la saluda con una gran ovación.
A la Imperio se le nota que está hondamente emocionada.
Terminado el consabido paseo a los acordes de un pasodoble, la Imperio deja oír, en aire de seguidilla, el siguiente cantar:
                       Tengo yo una pena, pena,
                       que no se cura con
                       que me está enterrando en vía
                       y me tiene que matar.
Ha dicho la copla con una intensidad de sentimiento tal, mientras las lágrimas asomaban a sus ojos, que el público sin discrepancia ha ahogado las últimas notas con una ovación ruidosa, entusiástica, larga.
Después, con igual éxito grandísimo, ha cantado y bailado Pastora cinco números…
Uno nuevo, titulado la buenaventura, ha tenido que repetirlo entre ovaciones indescriptibles.
Contraste
La Imperio, en la escena, ha puesto gran empeño en aparentar una tranquilidad absoluta. Empeño inútil. No podía ocultar su emoción.
Mientras el público ovacionaba a la artista y hacia consideraciones sobre este drama de familia. Gallito se hallaba en un céntrico café, departiendo con varios amigos.
Hablaban de cosas de toros.
LABIOS.
La Correspondencia de España, 23 de marzo de 1912
        
REAPARICIÓN DE LA IMPERIO
UN "JIPI0" y VARIAS OVACIONES
Sevilla 22 (11,50 noche)
Esta noche ha debutado Pastora Imperio en el Salón Imperial. Durante toda la tarde corrieron rumores de que los partidarios del Gallo se proponían promover un fuerte escándalo; pero, por fortuna, no han sido confirmados.
El Salón, a pesar de haberse subido los precios  extraordinariamente, se hallaba atestado. La Policía  había adoptado algunas precauciones.
En el momento de salir a escena la Imperio sonó una estrepitosa salva de aplausos. Pastora estaba guapísima y lucía un caprichoso traje de crespón negro sobre fondo rosa, envuelta en un pañolón blanco. Al estallar la ovación, se mostró emocionadísima.
Cuando cesaron los aplausos. Pastora, cantó el siguiente cantar, en tono de seguidillas:
                        Tengo yo una pena, pena
                        que no se cura con na,
                        que me está enterrando en vía
                        y me tiene que matar.
En el último verso de la copla  echó a llorar, y entonces el público la ovacionó nuevamente. Cantó después durante mucho rato, sin que los aplausos se interrumpieran ni un momento.
Todo el mundo considera la reaparición escénica de la creadora del garrotín como un éxito enorme y se tiene la seguridad de que, si alguien deseaba intervenir como reventador, le fue imposible realizar sus propósitos por la completa unanimidad del público a favor de la Imperio.
Pastora realizará una «tournée» por Andalucía y después irá a Italia y Londres, donde le han hecho ventajosísimas proposiciones.
Desde Inglaterra irá a América, donde permanecerá algún tiempo, pues se piensa retirar de su profesión al regreso.
El Imparcial, 23 de marzo de 1912.
La de El Liberal del mismo día es prácticamente igual. La Correspondencia Militar titula la suya “La Pastora Imperio. Sus melancolías y tristezas” y resume con precisión los hechos. Una crónica, como recién salida del cuaderno de alguno de aquellos  enfervorizados viajeros románticos del siglo XIX, es la que firma J. Muñoz San Román en El Liberal unos días más tarde.
CRÓNICAS DE SEVILLA
LA IMPERIO EN EL IMPERIAL
Con el día, amanecieron sobre el pórtico del «cine» sevillano unos cartelones anunciando el debut de Pastora Imperio.
La gente formaba corros en la calle de las Sierpes, comentando el extraño acontecimiento, y durante el día, en redacciones de periódicos, cafés, oficinas y Círculos, fue el propósito firme y decidido de la artista flamenca de aparecer nuevamente en las tablas de un escenario, el tema preferido de todas las conversaciones.
No hace al caso apuntar aquí, por respeto al misterio de un hogar de donde han salido trágicamente despedazados dos corazones, las diversas frases de condenación que unos y otros labios referían a los motivos que habían dado lugar al suceso; pero sí hemos de señalar la enorme expectación que entre la gente había producido.
A la mitad del día apareció sobre la ventanilla de la expendición de entradas el anuncio de «No hay billetes», y ello contribuyó de singular manera a que aumentara el interés en el público.
Las conversaciones se aderezaron con noticias estupendas: la empresa del «cine» había reclamado la presencia en el espectáculo de la guardia civil en previsión de terribles acontecimientos...; iba a haber tiros y puñaladas; entre los espectadores se iban a establecer dos bandos, los unos para aplaudir a la salada flamenca, los otros para denostarla; que si la familia de «ella», que si los deudos de «él»... Y así todo el santo día de Dios los sevillanos intrigados, apasionados, confundidos.
Llegó la noche. Junto al Imperial quedó interrumpido el paso por la calle de las Sierpes. Los corros se apretaban y en un verbo se vio el «cine» de bote en bote. Algunos guardias guardaban la puerta.
Dentro se rebullía la gente imposibilitada de encontrar acomodo. Gitanos de la cava trianera, de rostros morenos, cabellos como el azabache y ojos negros melancólicos y profundos; gitanas de la Macarena, gentiles y garbosas, todas llenas de donaire y de gracia, tocadas con el clásico mantón de Manila y con prendidos de claveles rojos como llamas, menos vivas que las que ardían en sus ojos pícaros, y mocitos de la Puerta del Arenal, y Cigarreras de San Bernardo. Habían acudido al Imperial para admirar de nuevo al ídolo de sus predilecciones flamencas.
La tragedia, de un amor, el doloroso infortunio que a tan graves pasos nos lleva, resucitaba a su «bailaora» a la pretérita vida de su arte inimitable, y no había unos ojos de «gachí» que se resignasen a no admirar el milagro.
Todos los números de que se componía el cartel de la noche, se fueron «bisando» entre la impaciencia y el desasosiego del público.
Al fin llegó el supremo y ansiado momento de la aparición de la bella Pastora, y un clamoreo y un inusitado movimiento de expectación corrió por la sala.
Brillaron de nuevo las lámparas del proscenio y la orquesta comenzó a ejecutar un alegre y torero pasodoble.
Se levantó el telón y se hizo en la sala un silencio profundo.
Y entonces apareció ella, la deseada, la querida,  la alabada, gentil como siempre, como tantas veces reina de la flamenquería y del garbo, vestida de rosa y de luto, el talle ceñido con mantón de espuma, blanco y oro, y en la siniestra mano, levantando sobre los negros rizos de la erguida cabeza un sombrero majo, enarbolado como una bandera.
—Bendita sea la gracia que tú sola tienes.
—Olé  los cuerpos serranos de las gitanas de verdá.
—Ole  las mujeres valientes de la raza «cañí».
—Graciosa  gitana, virgen de la Macarena...
Y todo ello entre una salva de aplausos que no tenía término.
Algunas gitanas lloraban, algunos gitanos enloquecían.
Y la Imperio, la singular bailaora, enviaba besos a todos y lloraba también.
Cuando, a duras penas, se impuso el silencio, cantó. Sus labios temblaban y su garganta enronquecía. Los corazones gitanos encontraron en sus doloridas palabras su eco.
«Tengo yo una pena, pena
en las entraña metía,
que muy a poquito a poco
me está quitando la vía…
Mare de la Macarena,
Mare de la pena mía.»
Y la ovación fue frenética, delirante.
Volvió a salir, de grana, tocando una pandereta. Bailo mejor que siempre. Se la tornó a ovacionar, y ella volvió a hacer al público el regalo de sus besos.
Y cinco, diez, cien veces hubo de aparecer entre ensordecedores aplausos, con los ojos como incendios, las manos sobre el corazón, como si hubiera de preservarlo de algún mal, abatida, rendida, loca.
No hubo puñaladas.
Aún resuenan los aplausos y aún palpitan fuertemente de emoción los corazones.
El Liberal, 27 de marzo de 1912.
El Fusil, con su peculiar estilo, pone el broche final.
¡Cómo acaba un idilio!
Hace poco más de un año, España se conmovió hondamente ante una noticia, que resultó sensacional para muchos, aunque para mi resultó una tontería.
Pastora Imperio, la sugestiva coupletista, en un rasgo de exaltación amorosa, se fugó con el Gallito.
La fuga de un torero con una coupletista era asunto más que suficiente para herir hondamente la viva imaginación meridional, y así fue.
Durante muchos días no se habló de otra cosa, y todos los asuntos nacionales, aun aquellos más importantes, quedaron olvidados ante la fuga del torero.
El suceso tuvo el fin prevista de antemano. La Imperio y Gallito puestos de hinojos ante el cura párroco de San Sebastián, dieron ante testigos ese sí sostenido, que en el terreno de la confianza se llama matrimonio.
Y todo quedó terminado por el momento.
No faltó quien hiciera pesimistas vaticinios sobre el porvenir del nuevo matrimonio, porque el oficio de profeta está al alcance de todos los ingenios.
Algunos meses después comenzó a circular la noticia de que entre los protagonistas de aquel idilio habían estallado hondas desavenencias.
Y así era en efecto.
La Imperio, recluida en la cárcel del hogar doméstico, y rodeada de cuantas comodidades puede proporcionar una posición desahogada, se aburría, se veía consumida por el tedio; sentía la nostalgia de los aplausos del público; se ahogaba, en fin, en aquella dorada cárcel, y quería volar.
Hubo una ruptura momentánea; después vino una reconciliación.
Pero entre los esposos ya había germinado la ruptura definitiva y al fin se consiguió.
Las últimas noticias dicen que la Imperio sacudió el yugo matrimonial y se ha lanzado de lleno a la vida del arte.
Hace dos días se presentó ante el público sevillano, resplandeciente de luz y de brillantes, cantando coplas tristes como un catafalco.
Y es lo que dicen los que siempre hallan justificación para estas cosas.
Lo que ha perdido el matrimonio lo ha ganado el arte.
IY váyase lo uno por lo otro!
El Fusil, 30 de marzo de 1912.
El divorcio legal, sin embargo, no llegaría hasta 1934. Lo cuenta el periódico La Libertad.
Pastora y el Gallo se divorcian
Ayer, en el Juzgado número 6 se celebró el juicio previo para entablar el divorcio entre Pastora Imperio y Rafael el Gallo.
Después de este requisito legal se llegará rápidamente a la separación de derecho de ambos artistas.
Ni Pastora ni Rafael cambiaron en el acto una sola palabra durante la escena del Juicio, que se desarrolló rápidamente, conforme a las formalidades de ritual.
La Libertad, 13 de mayo de 1934.

Pastora ha vuelto, pero se divorcia
En la Sala segunda de la Audiencia provincial se verificó ayer la vista del pleito con motivo de  la demanda interpuesta por la genial bailaora María Pastora Rojas. «Pastora Imperio», contra su esposo, el torero cañí Rafael el Gallo.
María Pastora, en su escrito, alegaba que Rafael llevaba separado de ella más de tres años y que la tenía completamente desamparada.
Rafael, en su escrito de contestación, reconoce el tiempo que lleva separado de su esposa; pero niega que ésta haya vivido en el desamparo.
El juez que ha tramitado el divorcio elaboró un informe de acuerdo con las manifestaciones de María Pastora. Y sin declarar a ninguno de los cónyuges culpables, entendió que el divorcio era procedente.
A la vista celebrada ayer sólo acudió la representación de Pastora Imperio, el letrado Sr. Ballesteros, que pronunció un breve informe solicitando la declaración de culpable en el divorcio al esposo.
La Libertad, 21 de octubre de 1934.
Con una fotografía de cada uno y el siguiente texto, se da por finalizada la cuestión. Así lo hacemos nosotros también.

Aquellos lejanos amoríos de la Pastora y el Gallo tuvieron un solo momento de sonoridad y de color. Fueron como una coplilla de José Mairena: exaltación múltiple de todos los ritmos gitanos. Pastora Imperio —nombre formado de una zampoña y una diadema, según frase de Guido da Verona— era todavía moza mimbreña que subyugaba a los públicos con aquel terrible garrotín eléctrico que sacudía todas las fibras del andalucismo neto y rotundo. Rafael Gómez el Gallo aún era un juncal gitano garcilorqueño, cubierto de todas las gracias y de todos los temblores de la superstición, que vestido de oro y al compás de los alamares, movidos por un viento de tragedia, dibujaba ante el toro los más bellos movimientos acordados del arte de torear.
Pastora Imperio —ojos de esmeralda, cabellera obscura con reflejos de una imaginación de artista— tenía unos maravillosos brazos —abanico moreno del que se desprende un aire de zambra— que idealizaban las formas más rebeldes del baile. Rafael el Gallo también poseía unos brazos que cincelaban la verónica y la larga cambiada y el pase afarolado con las arbitrarias y geniales alegrías de la inspiración. Un día —¡el destino de estos dos ídolos de bronce!aquellos cuatro brazos sostenedores del ábside de la armonía gitana se unieron y se estrecharon en un espasmo de amor consagrado con la pompa litúrgica de la ceremonia clásica. Cuajó la coplilla de José Mairena.
Pasó el tiempo. Poco tiempo. Todo el deslumbramiento que nos produjo la boda de los dos artistas extraordinarios se ensombreció de pronto. La Pastora y el Gallo se separaban. ¿Qué había ocurrido? El rumor extraño tendió su red finísima y exaltó las imaginaciones. La Venus gitana y el divino calvo rompieron su unión definitivamente. Sonó la malagueña dramática. Cada uno de ellos se refugió en su arte, en las emociones diversas y distintas de su arte netamente español.
Y ahora, al cabo de un tiempo profundo en misterio y en leyenda popular, la prosa de una sentencia judicial vuelve a situar en primer plano la historia de unos amoríos lejanos y populares. Ya están divorciarlos Pastora y Rafael.
Pastora imperio, la del nombre bucólico y regio; Rafael, el cañí pródigo y desconcertante, recuperan una libertad oficial que da un nuevo carácter a su vida. ¡El sino de los dos ídolos de bronce! Si es para su bien respectivo, enhorabuena, artistas geniales. ¡Viva Egipto y Salomón!
La Libertad, 28 de octubre de 1934.