domingo, 6 de febrero de 2011

Elvira Gómez Fons "La Checa"


La Checa se llamaba Elvira Gómez Fons y nació en Madrid en 1903. Bailó y cantó por pura afición y tuvo además la suerte de criarse en un entorno familiar en donde se respiraba arte: su tía, Julita Fons, era cupletista y su padre, Jerónimo Gómez, poeta y director artístico del Teatro Romea, el templo madrileño de las variedades. En ese prestigioso local debutó Elvira con solo 14 años. Todos estos detalles, así como el espíritu perfeccionista de la pequeña artista se los debemos a La Correspondencia de Madrid, que el 22 de marzo de 1920 le dedicaba media página a ella sola. Decía así:
LA CHECA
Es frecuente el caso de expresarse en una familia el temperamento artístico y hasta sucederse a generaciones y a los colaterales.
Así encontramos a Elvira Gómez Fons, que con sus buenas diecisiete primaveras y tres años de actuación ha conquistado un lugar de alta categoría entre las artistas de varietés.
¿Cómo se lanzó al escenario la niña artista?
Por afición solamente. Su padre, el digno funcionario de Gobernación D. Jerónimo Gómez, se encargó de la dirección artística de Romea desde que, como empresario, se quedó con el teatro D. Antonio Alesanco.
Culto escritor y aficionado inteligente de todas las manifestaciones artísticas, fue D. Jerónimo gran amigo del inolvidable D. Alejandro Saint-Aubin, y tanto el padre como el amigo, pudieron apreciar el exquisito temperamento de Elvirita, que con facilidad asombrosa cantaba y bailaba graciosa y con soltura las canciones que oía, en cuanto el piano le iniciaba los compases.
Para ella hizo su padre la letra del cuplé titulado «La Feuchilla», al que le puso música el maestro Orejón. Es una exageración de padre; los padres suelen exagerar en uno o en otro sentido al referirse a sus hijos, pues si en verdad las enjutas facciones de la chiquilla no eran venusianas, sus ojos, de una vivacidad simpática y un gesto gracioso, permitían darle el adjetivo de bonita sin faltar a la verdad.
Y a los catorce años tenemos a Elvira Gómez Fons, que con un nombre de una celebridad en el arte de varietés, el de La Checa, se presentaba en el lindo salón de la calle de Carretas y escuchaba merecidas ovaciones.
De triunfo en triunfo, cantando y bailando, recitando cuando así lo requiere el cuplé, con gracia y con infantil picardía, recorrió La Checa en dos años los escenarios de Eldorado, en Barcelona; del Teatro-Circo, en Zaragoza; de Llorens, en Sevilla; de Bretón, en Salamanca; del salón Gayarre, en Bilbao, y algunos otros.
Había motivo para esperar que siguiendo las tradiciones familiares, entre ellas de su tía, la notable Julita Fons, llegaría a alcanzar glorioso nombre artístico, y entre los aficionados se hacían comparaciones, siendo muchos los que creían ver en La Checa una digna continuadora del estilo de Pastora Imperio, que renovase y, a ser posible, superase ese modo peculiar, atrayente, de expresión, que llena un escenario y mantiene al público embelesado y jamás cansado durante media hora.
Una madrileñita gentil en el mismo terreno que la arrogante artista sevillana.
Pero de pronto, la niña, que tiene su corazoncito, decide no cantar más y dedicarse solamente al baile.
¿Qué le pasa? ¿A qué se debe su decisión?
Dejemos a Elvirita que con su infantil ingenuidad lo explique;
—No, si no es que no tenga voz. Si voz tengo bastante. Pero no sé qué tengo aquí en la garganta, que algunas veces, al atacar una nota, no me responde y no sale limpia. No necesito que nadie me lo diga, lo noto yo misma, y esto me hace estar preocupada, pensando siempre en la nota que no salga, y así no me gusta cantar. Por eso prefiero dedicarme solo al baile.
Y escuchamos esto cuando acabamos de verla bailar una jota de aires vivos, un baile violento y bailado con entusiasmo, y no la encontramos fatigada, sino tranquila.
Creemos que nada ha perdido el arte ni la misma Checa, pues esbelta como una palmera, ágil y graciosa, es una gran bailarina, con su estilo peculiar, consecuencia de que Elvira no baila académicamente, ni ha estado sujeta a la disciplina de una maestro de baile, pues ensaya con el maestro Font, que toca el piano, y conforme marca la música los compases, ella desarrolla en la danza el motivo, según su delicado sentimiento artístico.
Ha preparado su nuevo repertorio, que no puede ser más selecto. Para sus bailes han compuesto música los maestros Tárrega, Orejón, Font, Aroca, y Castillo el precioso baile titulado «El Guadalquivir».
Es de mencionar un baile gallego precioso, con música sobre motivos de «Maruxa».
A La Checa le gusta mucho el baile flamenco, y acompañada de la guitarra lo baila maravillosamente, aún cuando en su reciente actuación en Romea ha deslumbrado a los espectadores con su maravillosa interpretación de los bailes americanos.

Y este es el texto de la copla que le escribió su padre:

LA FEUCHA
I
                                                         Mi mare, mi hermana,
                                                         mi tía, mi abuela,
                                                         y pa no cansarles,
                                                         toa mi parentela,
                                                         son gente bailando
                                                         que no cabe más.
                                                         Y yo, según dicen,
                                                         soy una peonza,
                                                         una verdadera notabilidad.
II
                                                         Nasí feuchilla
          y estoy muy contenta
          con no ser bonita,
          pues, según mi cuenta,
          al fin y a la postre
          la jembra juncal
          envidia la suerte
          que tiene la fea,
          y esto, fracamente,
          me paese mal.


Y esta es la partitura:


(continuará)