domingo, 23 de enero de 2011

Un romance por entregas: la boda


Aclarado el asunto de la fuga, expresada públicamente la voluntad de Rafael el Gallo de pasar por la vicaría y el consentimiento de las familias para su celebración, han empezado a sonar campanas de boda.

Aunque la prensa trata de anticipar acontecimientos, tiene que contentarse con publicarlos a posteriori, pues los detalles se van guardando con el sigiloso cuidado que hubo durante la fuga.

En estas circunstancias, nos sorprende encontrar en el Eco Artístico del 15 de febrero la noticia de una actuación de Pastora en el Gran Cine de Córdoba. Dice escuetamente: “…También se ha presentado Pastora Imperio, obteniendo un triunfo más”. ¿Quizás debía cumplir con un compromiso anterior?

Al día siguiente, volvemos a encontrar otras dos noticias, relacionadas con el tema que realmente está en candelero. La madre de Pastora no solo ha dado su consentimiento, sino que se dispone de nuevo a emprender viaje a Madrid con todo lo necesario para la celebración del evento y Gallito se reafirma en su firme decisión de cumplir la palabra dada.
La madre de la bailarina Pastora Imperio ha dado el consentimiento para que su hija se case con el espada Gallito.
La Época, 16 de febrero de 1911.
GALLITO SE CASA
No se sabe aún si será el sábado; pero en éste ó en el próximo casará Gallito con Pastora Imperio en San Antonio de la Florida.
La madre de la novia llega hoy a Madrid, con todos los papeles necesarios para que el matrimonio se efectúe, y el padrino, que lo será el simpático diestro Minuto, sólo espera las órdenes de la enamorada pareja para actuar de hombre grave y acompañar á su paisano y á su bellísima prometida al pie mismo de los altares.
Gallito ha hecho algunas declaraciones al corresponsal de EL LIBERAL de Sevilla, que publica este periódico:
«En seguida que me case regresaré á Sevilla».
Suponiendo que alguien se opusiera á mi matrimonio, me casaría á la fuerza, arrostrándolo todo.
Este es mi pensamiento desde el primer día, y me encuentro impaciente ó intranquilo por los comentarios que se hagan de mi fuga con Pastora.
Lo primero que hago es mandar a comprar ÉL LIBERAL de Sevilla para saber las impresiones que corren y los comentarios que hacen mis paisanos.
Puede usted asegurar —añadió—-que Gallito se casará con Pastora, cumpliendo la palabra que dio.
“Dígaselo así á EL LIBERAL de Sevilla, a fin de que lo sepan mis paisanos, para quienes será mi primera visita después de casado. "
Después me dedicaré al ejercicio y a hacer  piernas para la próxima temporada.
El Liberal, 16 de febrero de 1911.

Unos días más tarde, ya están casados, pero la prensa se ha quedado con tres palmos de narices.

La boda de “Gallito”
El suceso novelesco de la fuga del Gallito y Pastora Imperio tuvo anoche su desenlace natural en la capilla reservada de la parroquia de San Sebastián, de esta corte, contrayendo matrimonio canónico el popular torero con Pastora Rojas y Monjes, que es el verdadero nombre de la gentil exbailarina.
Fueron padrinos de la boda, por parte del novio, Enrique Vargas (Minuto), y por la de la novia, la madre de ésta, Rosario Monjes.
Los recién casados saldrán para Sevilla mañana, miércoles.
La Época, 21 de febrero de 1911
¡YA SE HAN CASADO!
La Imperio y Gallito
Hace unos días, casi todos los periódicos madrileños anunciaron la celebración, en el juzgado municipal del Congreso, del enlace matrimonial de Pastora Imperio con Rafael Gómez. Movilizáronse los «reporters», ocuparon los fotógrafos posiciones entre los modestos funcionarios judiciales, para mejor observar y reproducir todos los detalles del magno acontecimiento, y sitiaron la puerta del juzgado unos cuantos curiosos, seres casi heroicos que, por presenciar cualquier suceso resonante soportan toda suerte de molestias, y sin cuya presencia apenas se concibe hecho alguno que paladinamente se desarrolle.
No hubo tal matrimonio ni motivo por tanto para informaciones y «clichés». Quedáronse mohínos los que esperaban presenciar una boda de rumbo, y tranquilos los dos amantes sevillanos, que así han podido gozar estos días de amorosas dulzuras, sin los inconvenientes de su excesiva popularidad.
De la cual debían de estar harto cansados, á juzgar por el secreto con que han preparado su enlace «in facie Eclesiae», como cumple á dos muchachos que si no se distinguen por su ardor religioso, quieren vivir en armonía con la general costumbre. Y tan calladamente han gestionado cuanto al matrimonio se refería, que sólo unos cuantos lograron romper el secreto y encontrarse ayer en la iglesia de San Sebastián, á las siete de la tarde, hora en que el párroco de dicho templo bendijo la unión de la famosa y arriscada pareja. En una capillita, y ante unas veinte personas, amigas de los novios, dependientes de la parroquia y funcionarios del juzgado del Congreso, se efectuó el anunciado enlace, como en las gacetillas suele decirse, de la señorita María Pastora Rojas y Monge, de veinticinco años, natural de Sevilla, con D. Rafael Gómez Ortega, de veintinueve años, nacido en Madrid.
El acto fué poco solemne, sin el encanto nupcial que en tales ceremonias atrae y conmueve. Rafael, después de confesarse, entró en una habitación contigua á la capillita, encendió una breva y esperó á que su prometida terminase de cumplir idéntica obligación penitencial. A breve rato entró la novia, y juntos penetraron en la capilla; ella, con un sencillo traje negro de raso y velo blanco, sin adornarse con la tradicional flor del naranjo, y él, también de negro.
Leyó el párroco la epístola de San Pablo, que oyó Pastora atentamente y Rafael distraído, con las manos en los bolsillos del pantalón. Cuando el sacerdote aconsejaba a la esposa ser vergel cerrado, fuente sellada para la virtud de la castidad, los hermosos ojos de la gentil sevillana se nublaron de lágrimas. Pero luego, cuando llegó el momento de ponerse los esposos los anillos, como no tuvieran preparadas las acostumbradas alianzas, Rafael quiso poner á Pastora el anillo con solitario que él llevaba, y como no acertase, el diablillo de la risa tentó á la novia tan desconsideradamente, que sus carcajadas resonaron, llenas de juventud y de alegría, en el silencio de la capilla, sin que fueran parte á contenerlas ni la presencia del sacerdote ni el lugar en que se encontraban.
Risas que se repitieron más tarde, al entregar á la novia las arras, hecho sencillo, que Pastora encontró revestido de una gracia poderosa, y que celebró tan ruidosamente como la equivocación anular.
Lo que sí tuvo gracia fué la contestacíón de la novia á las preguntas de ritual.
¿Queréis por esposo á D. Rafael Gómez? preguntaba, el sacerdote á Pastora. Y ésta, sin atender las indicaciones á media voz del sacristán que apuntaba «sí quiero», respondió dulcemente: «Zí, zeñó», como lo hizo también á las otras dos
preguntas de ritual.
Terminó la ceremonia religiosa, disparó su magnesio un fotógrafo, y se firmó el acta. Como testigos firmaron D. Federico González, D. Faustino Frutos, D. Cipriano Moreno y D. Bernardo Pardo, y autorizó el acta como representante del Estado, el juez del Congreso D. José Félix Huerta.
A las siete y cuarto terminó el acto religioso, y los novios abandonaron la iglesia sin que la gente se apercibiera de su salida.
El nuevo matrimonio permanecerá en Madrid hasta mañana miércoles, que saldrán en el expreso para Sevilla.
El Liberal, 21 de febrero de 1911

Esta versión esclarece bastante las circunstancias que rodearon la ceremonia, las dudas de Rafael ¿se había arrepentido ya el diestro de las promesas hechas?—, los imperiosos motivos que le empujaron a tener que “entrar a matar” de inmediato y la “espantá”, de nuevo, ante la idea de volver a dar la cara en Sevilla, la convirtieron en una boda precipitada, forzada y angustiosa y no radiante e ilusionada, como, seguramente, había sido soñada en un principio.
Al fin se casó el “Gallito”, ó busquemos al “Minuto”
El Gallo, que en el Inglés iba estando como en corral ajeno, suspirado sin cesar  por el propio que allá en Sevilla dejó desierto al levantar el vuelo con la Imperio, venía sintiendo cada vez con más intensidad la nostalgia del matrimonio, en el que le detenían una serie de consideraciones inexplicables.
La Pastora Imperio también sentía la misma nostalgia, y con razón, pues no merecía la pena haber hecho un viaje tan largo y tan lleno de incomodidades para ocupar la estrecha cama de un hotel, sola, y acaso con inexplicables miedos de niña mimada.
No obstante esta  nostalgia que engendraban una tristeza común, con matices de desconsuelo en ella y de desesperación en él, las cosas seguían como el primer día; aquel casi  infausto de la llegada a  Madrid, en el que la bella gitana secaba ardientes lágrimas y ahogaba sus entrecortados  sollozos, lamentando su triste soledad, mientras que llegaba á toda prisa un médico para asistir al torero que parecía vacilar más que nunca en aquel último tercio de la lidia amorosa,  mostrándose más dispuesto á ingresar en la enfermería que á «arrancarse por derecho»...
Pero en fin, como todo llega, llegó el día de ayer, en que fué preciso dejar á un lado toda vacilación para acudir con decisión á cumplir como  «valiente» y... como marido, pues todo tiene un límite y no es cosa de pasarse toda la vida lanzando suspiros y diciéndose quereles más ó menos cañis, pero siempre empalagosos, cuando  vienen solos, para una mujer que siente correr por sus venas la sangre ardiente de las de su raza.
Cómo fué y por qué fué
Para la Pastora Imperio y para su futuro, el Gallito, amaneció ayer un día como los anteriores, es decir, lleno de irresoluciones y de temores.
— ¿Será hoy?—pensaría ella suspirando tristemente.
— ¿Será, hoy?—pensaría él, no sabemos si temeroso ó alegre.
A las once de la mañana, cuando ninguno de los dos había encontrado una respuesta satisfactoria a su pregunta, llegó un telegrama de Sevilla anunciando que D. Víctor Rojas (padre de Pastora) estaba gravísimo.
Con lágrimas en los ojos y la pena en el corazón, leyó Pastora el telegrama, diciendo simplemente:
Rafaé, yo quiero ir á Sevilla.
— ¿Y cómo, nena, después del ruío que allí hemos metió?
—Pos mira, Rafaé, no hay más remedio...casándonos hoy.
—Pos que tú lo has dicho.
Y ya sin hablar una palabra más y sin dudar más tiempo empezaron los preparativos de la boda misteriosamente y de modo que nadie pudiera enterarse.
Los íntimos nada sabían; el mismo padrino lo ignoraba todo.
La Pastora Imperio comenzó su tocado, vistiéndose de negro y sin más adornos que el largo velo de desposada y unos sencillos ramos de azahar.
El Gallo vestía de negro, con sombrero ancho.
En la misma puerta del Hotel Inglés, y cuando se disponían los novios a marchar á la iglesia, les encontró D. Federico González Izquierdo, que ha figurado en la boda como testigo;
El Sr. González Izquierdo, que ignoraba por completo la decisión del Gallo, quedó sorprendido al ver á la feliz pareja en disposición de escuchar la consabida epístola.
—Nada, nada: yo soy asina; pensao y hecho... Conque si quié osté  vení, ya estamos andando —dijo el Gallito á su amigo—. Pero espere osté que allí viene er Minuto.
En efecto, el Minuto, que vive en la calle de la Visitación, se acercaba al Hotel Inglés, viéndose también sorprendido ante los preparativos.
—Ea—volvió á decir Rafael—, ya estamos en marcha.
—Pero hombre, así, con este traje.
El Minuto llevaba un traje claro, no muy propio, dado lo establecido por la costumbre, para ser padrino en esta clase de ceremonias.
—Asina mismo, y pronto, porque empiezo á estar muy impaciente.
—Pues andando—dijo Minuto.
Un criado del Hotel buscó un coche más, y en dos modestísimos simones se encaminó la comitiva a  la iglesia de San Sebastián, donde seguramente hubieran estado solos, como querían,  al no dar  la coincidencia de que en aquel momento se celebraba un bautizo, con una asistencia bastante regular.
La boda
 Como queda dicho, en la iglesia de San Sebastián, á las siete en punto de la tarde, se verificó esta boda que tan  preocupados traía á los revisteros taurinos, y que tanta curiosidad inspiraba al público, sin que ni los unos ni el otro pudieran asistir por el misterio que de ella se ha hecho.
Leyó á los novios la epístola de San Pablo, uniéndolos con el lazo conyugal el párroco Sr. Rivadeneyra,  figurando en el acta, como padrino, Enrique Vargas, Minuto; como madrina, la madre de la Imperio, doña Rosario Monjes, y como testigos D. Federico González Izquierdo, el picador Cipriano Moreno y Faustino Rodríguez. A estos dos últimos se les fué a buscar al café Habanero, donde se encontraban.
La indisposición de el Gallo
Apenas terminada la ceremonia, el Gallo sintió una ligera indisposición, motivada por la emoción consiguiente, producida por una boda tan incidentada.
Esta fué la causa de que no saliera anoche para Sevilla, en el mismo tren que se fueron su suegra y su cuñado.
El reposo, el dulce bienestar  de la cama y la idea de que el hecho estaba consumado  debieron devolverle la tranquilidad, pues á las diez y media abandonaba el Gallito la cama para festejar su enlace con media docena de amigos, cenando en su cuarto del Hotel.
¿Dónde está Minuto?
Inútil fué buscar á Minuto para celebrar con él una interviú.
El reporter buceó por todas partes, sin poder dar con su paradero...
Los recién casados tampoco se dejaron ver de nadie, ni hubo tampoco quien pudiera quebrantar la rigurosa consigna que en la portería del Hotel se había recibido.
Y como nada importan los detalles, podemos dar por terminada esta información, agotando este tema de actualidad, tan socorrido durante varios días, con solo decir: ¡¡Al fin se casó Gallito!!
El País, 21 de febrero de 1911
Así lo contaron otros medios:

El suceso novelesco de la fuga del Gallito y Pastora Imperio ha tenido su desenlace natural en la capilla reservada de la parroquia de San Sebastián, de esta corte, donde contrajo matrimonio canónico el popular torero con Pastora Rojas y Monjes, que es el verdadero nombre de la gentil ex bailarina.
Fueron padrinos de la boda, por parte del novio, Enrique Vargas (Minuto), y por la de la novia, la madre de ésta, Rosario Monjes.
Los recién casados saldrán hoy para Sevilla.
El Imparcial, 22 de febrero de 1911

La artista Pastora Imperio ha contraído matrimonio con Gallito.
Si éste se tirara tan corto y tan derecho con los toros como lo hizo con la Imperio, seguramente que lucirían más sus faenas taurófilas.
Diario Oficial de Avisos, 27 de febrero de 1911.
(continuará)