domingo, 26 de septiembre de 2010

Encanta arroba y embriaga... (3)

          Y es que en el principio fue el verbo de la fiesta. El compás compartido de la fiesta en son de palmas. Corros de gentes -a pesar de todo- dichosas en las gitanerías de Sevilla, de Cádiz, de Lebrija o de Utrera, y  de Jerez, sobre todo Jerez:
           
          Cuando volvían a Santiago de los campos los flamencos y en los tabancos, en los patios y en las esquinas de las calles, resonaba en júbilo el ritmo galopante del jaleo.
    
          Serenando ese impulso de voces y percusiones para bailar a gusto, y por medio de cantaores que reclamaban más espacio y más atención,  se debieron ir  formalizando las soledades  de que habló Demófilo, hijas -que no madres- naturales del jaleo.
    
          Pues no es la soleá  principio de un camino sino fin.  Remanso eso sí del bullicioso 3 x 4 de la seguidilla tronco, que es lo primigenio. Herencia depurada del tumulto jaleado, convertida en canto solitario por el signo de la templanza que  -parando la velocidad de las coplas debidas al baile- consiguió desembocar en una expresión radicalmente distinta: solemne grave profunda y la mar de seria.
    
          Tanto que acabó siendo reconocido su semblante por el sonoro y significativo nombre de Soleá. Igual de sonoro y de significativo que su antecesor, llamado con claridad Jaleo  durante todo el siglo XIX y principios del XX; y luego -sin que aún sepamos por qué- rebautizado -hacia 1910- con el precioso llamador de bulería.
    
          Por eso les comenté antes, al principio de estas líneas, como era posible responder sí y a la vez no a la pregunta de si la Niña de los Peines pudo ser la creadora de la bulería. El no -por todo cuanto se ha dicho- está claro: Ni la Niña ni nadie sino la corriente general del pueblo soberano que -a su paso por claros territorios de Triana, Lebrija, Utrera, Cádiz y Jerez- la convirtió en lenguaje común, hábito de vida y seña de arte, que aún se perpetúa.
    
          Hija de tiempo inmemorial, de la calle de la noche y del jolgorio. Nacida del Corro y del Coro. De la necesidad del juego que tienen las criaturas. De la habilidad también para instalarse en un territorio rítmico, fecundo distinto y compartido. Aquello que dijo el Nene de que “la tierra lleva el compás”.
    
          Razonar el sí es lo que ahora queda., y eso es lo que viene:
    
          Cuando Pastora Pavón “La Niña de los Peines” se inicia en el mundo profesional flamenco, a finales del XIX y principios del siglo XX,  parece que las coplas de jaleo  no tienen entidad reconocida para decirse solas. Siempre van unívocamente unidas al baile, ya sea en las reuniones privadas o en los escenarios. No entran en el repertorio de los cantaores y las cantaoras solistas. Se dicen siempre atrás, para alentar danzas, nunca alante.
    
          No le pasaba como a los tangos que servían a lo uno y a lo otro y además -por aquella época - eran número de obligada presencia en los libretos de la inmensa mayoría de zarzuelas y sainetes líricos. Por ellos  -por los tangos-  sobresalió de seguida la cantaora sevillana y  -a los 18 años de su edad- ya la piropeaban los cronistas diciendo que era su reina... (10)
     
          Además de valer, “la Niña” -incluso antes de ser princesa- tuvo buenos maestros para instruirla debidamente en el aprendizaje de la profesión: Su hermano Arturo, ocho años mayor, y el Niño de Medina  (11) -que vivía en el barrio- y le sacaba quince. Tal vez por ellos, por la seguridad y las enseñanzas que le dieron, Pastora tuvo la osadía y el talento necesarios para decir las coplas de jaleo
              
                               nada más que para escuchar.
    
          Y ese gesto, esa  pequeña y -otrosí- enorme diferencia, tuvo como consecuencia el nacimiento histórico de la bulería.
     
          Fue cuando ella dijo que era un estilo propio. Recuerden, en 1911 lo declaró y así consta. Porque  -a lo que parece- antes no existía como forma de cante independiente, ni se anunciaba ni se valoraba como tal. Y  por ello también es razonable responder con un a la pregunta  ¿Es la bulería es un modo de cante natural del siglo XX?
    
          Sí, de  cuando la de los Peines se lo atribuye y lo exhibe. Reclama como cosita propia lo que era de tantos, lo que pertenecía a tantos y más tantos menospreciaban como algo baladí, impropio de cantaores serios. Lo hace suyo y -además- lo bautiza . ¿Por qué y para qué lo hizo?
    
          Yo pienso que por tres razones. Una de orden técnico, otra por cuestión de imagen  -como se diría hoy-, y la tercera para establecer su jerarquía. Tal como éstas:
    
          La razón técnica: Lo que se canta ya no es un jaleo porque jaleo es sinónimo de baile y aquí nada más se canta. Por lo tanto es lo suyo que se llame de otra manera y que tenga su nombre propio, propio y exclusivo.
    
          La cuestión de imagen: Jaleo podía malinterpretarse como algo cercano, inmediato a bronca, pelea, escándalo o ruido... y por tanto resultaba apropiado -la mar de inteligente- ir abandonando ese apelativo que tuvo y tiene -o puede tener- peyorativas acepciones. (12)
    
           El principio de jerarquía: -“¡Señores esto no son coplas ni cantes para bailar! ¡Esto se dice para que ustedes directamente lo disfruten sin intermedio ni necesidad de danzas! ¡Esto es sólo cante, y tiene categoría!”
    
           Así pudo ser. Así se haría. ¿Quién sabe quién? ¿A quién o a quiénes se les ocurrió el invento? ¿En qué momento? ¿Cómo y -exactamente- cuándo sucedió? ¿Y por qué la palabra bulería?

           Tomemos una pista. Volvamos al texto que origina esta reflexión.  En el artículo-entrevista de Pérez Lugín, por sus primeros párrafos, el autor cuenta las dificultades que tiene para acceder al contacto con Pastora. La criada que sirve en la casa donde se hospedan “la Niña” con su mare, utilizando el ardid de que en el domicilio no se encuentra la cantaora, pretende -y de hecho lo consigue- impedir el paso al periodista, quién se ve obligado a interpelar del siguiente modo a la portera:

        -Que se va  a condenar usted por “bulera”, porque estoy oyendo hablar a “la Niña” ahí, en esa habitación.

          Ver l´ahí que -en su misma “jeró”- le está llamando -con toda la razón- embustera. Eso quiere decir que en 1911 es un término de uso corriente, al menos en cierta jerga que tanto el entrevistador como el entorno de la entrevistada reconocen. Al parecer también lo era algún tiempo atrás. Miren que precioso testimonio se pudo leer en El Progreso el 10 de septiembre de 1893.

                                                 Curro Bulerías (13)
                                                 Un mocito sevillano
                                                 Con muchísima sandunga
                                                 Y con mucho desparpajo,
                                                 Alegre, zaragatero,
                                                 Rumboso, barbián, simpático,
                                                 Galante con las mujeres
                                                 Y con los amigos franco;
                                                 Pero embustero, y aún más
                                                 Que embustero, exagerado
                                                 De tal modo, que no habría
                                                 Otro con quién compararlo...

              O sea otro embustero... y así podían ser cientos y  más cientos, pues -en aquella época- Bulería era una palabra del vocabulario caló que -exactamente- significaba Embustería.  Así queda recogido en los diccionarios, al menos desde 1846, (14) con lo cual se prueba su uso desde tiempos antiguos, pero no con relación al cante ni al género flamenco, sino en su prístina y gitana imagen de definir la embustería. (15)
    
              ¿Qué? ¿Cómo se nos queda el cuerpo? Ni etimología ni gaitas: Cogieron una palabra -suya-centenaria y la impusieron -con tremendo éxito aun a pesar de lo que significaba- para representar a un producto igualmente vetusto pero que se ofrecía como algo nuevo. Exactamente una ingeniosa y feliz embustería.  ¡Ole!

Notas
(10)      Así se escribió en 1908:
           ...La Niña de los Peines está hoy reputada con justicia como la mejor cantadora de tangos. Tiene una hermosa voz y un delicioso estilo. Hay momentos en que parece que gime y que llora, obteniendo los mejores efectos..                       
             (El Liberal. 28 de abril de 1908)
(11)      Véase el estudio de Manuel Bohórquez sobre el Niño Medina, en “Grandes Clásicos del Cante Flamenco”, libreto que acompaña a la colección de CDs editada por El Correo de Andalucía. Sevilla, 2001. Págs. 266 y s.s.
(12)       -Que dice mi padre, señora Colombine, que a ver si organizan menos jaleo, en “Las máscaras del héroe”, de Juan Manuel de Prada.
(13)       Es la única vez que encontré esta palabra en la prensa sevillana del siglo XIX.
(14)       Véase “Vocabulario del Dialecto Jitano” por D. Agustín Jiménez. Sevilla, 1846. Y de igual modo en otras obras semejantes editadas con posterioridad.
(15)       En el diccionario de la Real Academia Española:  “Embuste: Mentira disfrazada con artificio”.
 
(continuará)