lunes, 13 de septiembre de 2010

Cosas de El Mochuelo

Nos envía Pedro G. Romero unas sabrosísimas cuartillas escritas por el cronista oficial de Cartagena, Eduardo Cañabate Navarro, referidas a un sucedido durante la estancia de El Mochuelo en esa ciudad. No tienen nada que ver con sus farrucas, pero nos dan pistas sobre la personalidad y la guasa del cantaor sevillano. Las titula "Una anécdota procesionil de  principios de siglo" y dicen así:
  
Como en todos los actos que en la vida se realizan, en las procesiones cartageneras no han faltado las incidencias dramáticas, como tampoco las rebosantes de comicidad, aunque estas últimas surgían sin intencionada mala fe. Esta anécdota que quiero comentar fue célebre por su ingenuidad.

Sucedió a principios de este siglo y actuaba por aquellas fechas en el Teatro Principal el famoso "cantaor" flamenco Antonio Del Pozo, alias "EL MOCHUELO", que tenía en esta ciudad entusiastas admiradores y muchas amistades.

Eran unos tiempos en los que el cante flamenco se cultivaba con más fervor que ahora y surgían los divos locales del flamenquismo con la facilidad con que en Cartagena arraigaba el crespinillo en sus jardines, ya que dejó la semilla aquel Juan Breva, en sus actuaciones en el Teatro Máiquez, convertido el patio de butacas en café cantante.

"EL MOCHUELO" era asiduo concurrente al desaparecido Café de la Marina, establecimiento en el cual tenía su tertulia un nutrido grupo de amantes a la literatura, Bellas Artes, ajedrecistas, aficionados a la lucha de gallos y a los toros, que se denominaba "LOS AMALIOS".

Estaba por entonces muy en boga la canción conocida por "Las Marianas", de letra absurda y chabacana.

Llegó la Semana Santa. Al paso de las imágenes pasionarias por las calles de la población, de vez en vez turbaba el místico silencio alguna que otra saeta, que el público escuchaba sin interrumpir al "cantaor" o "cantaora" con olés o palmoteos. 

Entre cañas de manzanilla, anchoas y roscas, le pidieron al "MOCHUELO" sus amigos que, al pasar los tronos, cantara alguna saeta y accedió para complacer a sus admiradores. El establecimiento se llenó de gente y en las aceras colindantes se apiñaron grán número de espectadores esperando el fausto suceso, pues no iban a ser cualquier cosa las saetas de "EL MOCHUELO".

Al pasar el primer trono, los comisarios lo pararon. El silencio era absoluto. La música dejó de tocar. El "cantaor" se pone de pie sobre una silla, tose, como es de rigor, y sale cantando aquello de:

                                            Sube, Mariana, sube
                                            por aquella montañita arriba,
                                            la pobrecita era manquita.....

No se oyó más porque el escándalo fue estilo de Plaza de Toros. Faltó poco para que el comisario del trono desplumara al "MOCHUELO", y este se quedó con la saeta en el pico. Más tarde, pasado el quebranto, se desquitó cantando saetas que hicieron vibrar a los espectadores.

Preguntado "EL MOCHUELO" después del suceso, por qué salió por "marianas", se disculpó diciendo que se le habían atragantado unas anchoas.

Lo dicho. Cosas de El Mochuelo.















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