Ayer
bailaba Marco de Ana en El Tabanco, en lo que para el flamenco llaman
Café de Silverio. Nunca le habíamos visto bailar y nos interesaba.
Así que allí fuimos a verle. Marco hace un baile muy personal. Es
un flamenco estilizado. Un flamenco contemporáneo. Un flamenco de
figuras insólitas. Figuras que prefieren la línea recta a la curva.
Figuras inesperadas y sorprendentes.
Pero
un flamenco sentido. Porque todas esas formas son expresión de lo
que él siente en cada momento. Empieza sentado y va, poco a poco,
rebuscándose, hasta que se siente lleno, cargado, y entonces se
levanta y se pone a bailar.
Es,
desde luego, un baile cuya escuela ha nacido en Sevilla, hija de la
imaginación y creatividad de Israel Galván, pero que Marco
interpreta a su manera, ajusta a la medida de su personalidad y sus
sentimientos.
Anoche,
acompañado por Kisko de Alcalá de Alcalá al cante y Miguel Pérez
a la guitarra, bailó por tientos, se asomó al tango y remató por
tonás. Luego, Miguel Pérez hizo una farruca y Marco se puso algo de
color en el vestuario y cerró su actuación por alegrías.
Mereció
la pena la visita a un local con nombre tan jerezano.
José Luis Navarro