martes, 17 de marzo de 2015

Rosario Toledo, un antídoto contra la monotonía

Hay en Rosario Toledo estimulantes ramalazos de locura. Una locura que es síntoma inequívoca de personalidad. Manifestación de creatividad. En ella luchan su vocación bailaora y su irreprimible tendencia histriónica. En ADN están las dos, pero esta vez gana el baile. Baile clásico y personal. El baile de siempre recreado hoy y por ella. Ver bailar a Rosario es una experiencia que hace revivir la pasión por la danza. Revitaliza y divierte, porque el humor forma parte también del ADN de Rosario. 



ADN es un espectáculo largo y denso que, sin embargo, pasa en un soplo y te deja con ganas de más. Alegrías, milonga-rumba, soleares, el chacarrá, tanguillos, la caña y unas bulerías para rematar la faena. Brillantez, seriedad y guasa. Cada una en su lugar y todas en escena. Y una auténtica creación personal en cada número. Siempre ella, su ADN y, por supuesto, Cádiz.

Rosario Toledo se rodeó además de cantaores que tienen también Cádiz en su ADN. Cantaores imprescindibles y necesarios para dar vida a lo que ella quiere llevar al escenario. Una voz joven y una voz antigua. David Palomar y Juanito Villar. El futuro del cante gaditano y las esencias de un arte milenario. Y si Rosario demuestra inteligencia y una fina sensibilidad para elegir cantaores, ¿qué decir de las guitarras? Un toque polifónico. Un toque tan antiguo como contemporáneo. Rafael Rodríguez Cabeza, una guitarra sinfónica. Y unas gotas de Jerez con Niño Jero. Con ellos la percusión de Roberto Jaén, que lo mismo acompaña a Palomar con los nudillos por soleá que baila el chacarrá haciendo compás con una botella de anís que sostienen al alimón, cabeza con cabeza, Rosario y él.

No se puede pedir más. ¡Chapeau Rosario!

                                                                                   José Luis Navarro