Hoy entrevistamos a Marta Balparda. La realizamos justo dos días antes de su
colaboración en la Caja Negra con el grupo de Abdón Alcántara, que,
curiosamente, resultó ser una fantástica
demostración práctica de sus concepciones sobre el baile. Aspectos como la
improvisación y el papel del bailaor como capitán de la nave que conduce el
baile, que en el papel pueden sonar a meras teorías, los demostró el lunes
pasado en una actuación inolvidable de forma contundente y espectacular.
Reléanse la reseña de José Luis Navarro al respecto. Mañana viernes ofrecerá un
recital suyo en la Sala Garufa.
Eulalia Pablo. ¿Cómo te presentas tú, Marta?
Marta Balparda. Me presento como Marta Balparda, mi nombre y mi apellido
de origen. Todo el mundo me ha querido poner un nombre artístico, cambiarme el
apellido, porque es muy raro, o ponerme un mote, “la no sé qué, la no sé
cuánto”, pero yo siempre he decidido
Marta Balparda. Que es el mío de verdad.
EP. ¿Qué es el flamenco para ti?
M.B. A ver, el
flamenco está claro que es un medio de expresión, a todos los niveles,
expresión escénica, expresión física, expresión oral. Para mucha gente es un medio de vida, y para mí también.
EP ¿De dónde te viene?,
¿por qué te ha dado a ti por el flamenco?
MP. Yo creo que un poco por el entorno. Aunque en casa no
hay ninguna tradición de flamenco, sí es verdad que a mi padre le gusta mucho y
a mi abuelo también. Pero nadie se ha dedicado a él. Lo único que me ha venido
de familia son las cintas de Paco de Lucía, El Turronero en su época, Lole y Manuel en los setenta, y por ahí, que
es la época de mis padres y…, bueno, a mí siempre me ha gustado.
EP. ¿Y por qué el baile?
M.P. Porque no sé cantar. A mí me encantaría cantar. Yo
bailo porque no sé cantar. Si tuviera cualidades para ello, me esforzaría en
ser cantaora.
E.P. O sea, que eres bailaora por exclusión, porque no has
podido ser cantaora.
M.B. Descarte total.
Para la guitarra soy muy torpe, para el
cante no tengo instrumento ninguno.
E.P. ¿Cómo te metiste en el baile, entonces?
M.B. Pues, mira, Cuando yo era pequeña estaba muy de moda el
Karate, defensa personal y todos mis hermanos hacían karate. Entonces, cuando llegó
la hora de que yo me iniciara, como no se me había perdido nada en el karate
dije: “yo lo que quiero es bailar”. Así que busqué una academia de barrio y me metí en la academia de Carmen
Giráldez, en la calle Pozo, y con ella empecé.
EP. ¿Cuáles han sido
tus modelos, los que te ha dado el poso de baile que tú tienes?
M.B. Antes de yo meterme en el mundo del flamenco y, a
través de internet, que te enseña muchos vídeos, yo tenía como referentes a los
cánones de Sevilla, vivos, a Manuela Carrasco, a Cristina Hoyos, que también
era muy famosa, a Matilde Coral, a Milagros Menjíbar. Los cánones del baile sevillano.
EP. Con cuales de ellas has estudiado tú?
M.B. Yo he estudiado con Milagros.
E.P. Con Milagros, con Carmen y con José Galván también.
M.B. Sí, y con otra
gente como Alejandro Granados, que es un bailaor de Madrid, muy especial, con
una manera de entender el baile muy bonita. He estudiado, en la Fundación, con
Úrsula López, con la familia Campallo, tanto con Rafael, como con Adela, con
Carmen Ledesma, que también me dio una forma de ver y entender el baile muy
personal. Porque, al fin y al cabo, pasos te ponen muchas personas. Pero que tú
estés sola en el estudio y cierres los ojos y pienses: “¿esto cómo lo
resolvería Milagros?” y te la imagines y
te inspira, aunque, evidentemente no lo haces como ella, ni mucho menos,
aunque quisieras; ¿esto cómo lo resolvería Adela Campallo o cómo lo haría
Carmen Ledesma? Eso significa que no solo te aportan pasos, sino también una
manera de entender el baile, que en un momento de pérdida, de no saber por
dónde tirar, pueden inspirarte y solucionarte muchas cosas.
EP. ¿Cuáles son tus fuertes en el baile flamenco, los pies,
los brazos, el cuerpo?
M.B. Yo no creo que sea nada en concreto, sinceramente. Me
gusta todo, los pies, los brazos, los giros, me gusta una colocación, una
descolocación, lo técnico.
E.P. ¿A qué llamas tú una descolocación?
M.P. A descolocar el cuerpo por momentos. Eso me gusta, si se hace de una manera fresca, espontánea,
porque a mí el cuerpo me lo pide. Son momentos de evasión, que tienes. El baile
tiene unas pautas y unas reglas. Pero,
cuando te subes a un escenario, entras en un proceso expresivo y en ese
proceso no estás pendiente de esas claves, que están totalmente asimiladas. Pero
dentro de esas claves, te tomas licencias, como descolocarse, que no dejan de
ser expresiones corporales.
E.P. ¿Y qué te inspira a ti para esas salidas personales, lo
que tú llamas descolocación?
M.B. Yo siempre parto de una necesidad de comunicación,
tanto con la gente que viene conmigo, como con el público, como conmigo misma.
Eso siempre parte de mí, de mi estado anímico, pero también hay gente que te va
modificando, te va cambiando el estado de ánimo.
E.P. ¿En tu baile hay espontaneidad, cosas que haces de
repente aunque no las tengas pensadas?
M.B. Sí, y después no
me acuerdo. Yo llevo un guión establecido en la cabeza porque tengo que mandar ahí. Hay un baile que sacar
adelante y yo tengo mi estructura, como la mayoría de los bailaores. Pero si
estoy en un recital mío, a la hora de bailar, eso se puede modificar. Si
estuviera en un espectáculo, con un guión, con una cosa cerrada, te tienes que ceñir a eso, aunque, incluso
dentro de ese guión también hay sitios, momentos, en los que sabes que puedes
ser más libre. Lo que hago son recitales míos en los que quedas dos horas antes
con los músicos, te pones de acuerdo y ahí sí hay más resquicios para la improvisación para la frescura. Salen
cosas nuevas que tú has montado y como los de atrás no conocen tu baile,
entonces tú navegas y estamos todos pendientes a ver qué se hace. Yo la
primera, claro, pues tú eres la capitana de esa navegación. Ahí puede pasar de
todo, que es lo bonito.
EP. ¿A ti te cuesta salir al escenario?, ¿No te impone el
escenario, el miedo a no saber responder en un momento determinado?
M.B. ¡Hombre!. Siempre te ocurre un poco, siempre está el miedo
a quedarte en blanco, a que no te respondan los pies, a ponerte nerviosa y olvidarte
de lo que viene, a no encontrarte, ese es el mayor miedo que puedes tener a la
hora de bailar. Pero tienes que aprovechar esa lucha, porque el baile siempre
es pelea, igual que el cante. Eso es lo bonito. A mí lo que me gusta es que el
cantaor luche con el propio cante para sacarlo adelante.
EP. ¿Qué factores pueden influir?
M. B. Desde un suelo que no te esperabas, hasta unas
palabras antes de salir. Pero no me sacan de mi línea. Me influye todo pero no
me desconcentra nada.
E. P. ¿Cuáles son tus palos preferidos en el baile y por
qué?
M.B. A mí es que me
gusta todo. Depende de los momentos, pero para mí no hay palos feos ni bonitos.
Yo voy por rachas, hay veces que me encuentro mejor por seguiriyas, otras por alegrías, y estoy a gusto. Va más
por rachas, que por palos favoritos.
E.P. A veces da la impresión cuando ves a mucha gente bailar
que hay un único patrón en todos ellos y que una gran parte de los bailaores
jóvenes repiten los mismos esquemas, los mismos pasos. Los mismos zapateados le sirven por
soleá, por seguiriyas o por alegrías, etc.
¿Eso cómo lo ves tú?
M.P. Es complicado. Nos creemos que somos diferentes porque
tenemos cuerpos diferentes. Nos dice la profesora: “ …y ahora, que cada uno lo
haga como lo siente”. Y tú miras al lado y ves que fulanito lo siente igual que
tú y está rematando exactamente igual que tú y miras al otro lado y ves que
fulanita ha hecho con los brazos exactamente igual que tú. Entonces ¿qué pasa?,
¿es que todo el mundo lo sentimos igual? o ¿es que el cuerpo tiende a ciertas
maneras flamencas estereotipadas? Creo que hay que hacer un trabajo constante
de búsqueda uno mismo y atreverse a
navegar en ti, en lo que te nace. Y de aquella barbaridad estética que te nace,
se puede crear algo bonito, algo verdadero, algo auténtico, algo flamenco. Algo
diferente, pero hay que buscarse. Para mí lo importante no es el qué, sino el cómo se haga.
Ahí está la clave de que eso me sepa diferente o me sepa igual y también, el
aire que tú le des a todo. No hay peor
cosa que ir a ver por primera vez a una bailaora y decir: baila muy
bien, pero a esta bailaora la he visto
yo antes, con otra cara, con otro cuerpo, pero yo ya la he visto. Eso, para mí
es muy triste.
EP. Háblame de Japón, ¿qué ha supuesto Japón para ti como
artista?
M.B. Pues ahora
entiendo yo cuando leía las entrevistas y oía a otros artistas decir que era
nuestra segunda casa, el segundo país del flamenco. Cuando vas allí y lo vives, te das cuenta de
la grandísima afición que hay. En cualquier ciudad, por pequeña que sea hay
millones de academias y todas las academias tienen gente, porque hay muchísima
afición.
EP ¿Los maestros son fundamentalmente japoneses o no?
M.B. Bueno, hay maestros japoneses y hay muchos maestros
españoles. Maestros japoneses que han
venido primero aquí a aprender, y luego se han vuelto allí, maestros
españoles que van por temporadas y luego
se vuelven. Hay de todas las combinaciones. ¡Lo que no se hayan inventado los
japoneses!
E.P. ¿Y cómo es el trato, cuáles han sido tus experiencias
allí?
M.B. Hombre, te choca. El tema del baile es más universal
por el tema del cuerpo, por eso es que nos parecemos, por eso es la imitación.
Es el más asequible. Con el cante no pasa tanto, porque el color de voz es muy
significativo, la colocación de la voz y la manera de “echar” el cante son distintas. Esa ventaja la juegan
los cantaores sobre todo, no tanto los bailaores, pues hay que trabajarla más.
Con respecto al baile te llevas unas sorpresas espectaculares, porque ves gente
que ha aprendido mucho, gente que imita muy bien, que se saben los códigos y se
ve que están aprendiendo el oficio. Porque esto, quieras que no, también es un
oficio y, como oficio, lo puede aprender cualquiera. También ves gente que además
lo lleva a un nivel artístico.
EP ¿Cuántas veces has estado en Japón?
M.B. Cuatro veces. La primera vez estuve una semana, la
segunda y la tercera cuatro meses y
ahora esta última casi seis.
E.P. ¿Cómo te surgió
el ir a Japón?
M.B. La primera con una compañía de teatro y flamenco.
Estuvimos en un festival. Yo he formado parte de grupos de teatros, compañías,
me interesa mucho. Por eso yo el flamenco lo veo como una herramienta de
transmisión. Me interesa mucho esa capacidad expresiva de cada uno porque a través
del baile se pueden hacer mil cosas.
E.P. ¿Cómo te has sentido el tiempo que has estado allí
durante varios meses?, ¿Como lo vive un artista flamenco?
M.B. Allí te “jartas” de bailar, de sacar pasos para las
clases. Ellos han recibido clases de muchos maestros y tú también quieres ofrecerles
lo mejor de ti. Te estrujas la cabeza,
te estrujas tus ideas, te metes en el estudio a ver qué te sale fresco,
que sea tuyo. La misma clase te lo pide, y tienes que mantener el interés de
las alumnas.
E.P. ¿Y el tablao, como funciona?
M.B. El tablao es complicado, porque es una situación muy
diferente a la de aquí. Porque son artistas de allí. Yo he bailado con artistas
japoneses que se saben su oficio, pero
choca, hay
algo que cuesta. Es así, con todo mi respeto y toda mi valoración. Tú aprecias su
esfuerzo, pero sobre todo el tema del cante choca y crea confusión que alguien te cante en un idioma que no conoce.
Sus pérdidas en el lenguaje y su inseguridad, te desconcentran y entorpece la
inspiración.
E.P. ¿La vida allí, en qué consiste?
M.P. Pues en estudiar mucho, en sacar pasos por un tubo, en
buscarte tus posibilidades, en trabajar para un grupo, pensar cosas que no
tienes voluntad de hacerlas para ti. Después tienes que hacer ese mismo trabajo
para ti y sin límites de niveles. Ese trabajo te saca muchos hilos tuyos,
propios.
E.P. ¿Pero las 24 horas del día las has dedicado a eso?
M.P. Casi, casi. Allí está todo muy programado, las clases,
las reuniones. Es una vida ordenada. Pero también hay relaciones que no son
estrictamente las clases: salir a tomar un café, ir por ahí a pasear, de
excursión, etc.
E.P. ¿No es complicado entenderse con ellos?
M.P. No es complicado
porque ellos son muy cariñosos y hospitalarios. Vienen con su diccionario y se
esfuerzan mucho en hacerte sentir bien.
E.P. O sea que tu experiencia ha sido muy positiva.
M.P. Sí muy bonita, me he sentido muy querida, cómo mi
trabajo ha gustado y ha llegado a muchas personas y me he ganado mi dinerito. Es
una oferta de trabajo. Por eso todos los flamencos siguen yendo a Japón.
Marta es licenciada en Arte Drámatico y tiene un Máster en
Artes Escénicas. Así como un interesante
curriculum en esa línea.
Eulalia Pablo