La Bienal 2012 se despidió del Alcázar con un espectáculo
insólito: el flamenco racial de La Farruca y el indio Anuj Mishra juntos sobre
un mismo escenario. Fue un encuentro en el que reinó un exquisito respeto entre
los representantes de dos culturas tan alejadas cultural y geográficamente.
Tras lo visto anoche, una cosa quedó meridianamente clara:
ni el flamenco viene de la India —aunque los gitanos sí procedan de
aquellas latitudes— ni existe la más mínima relación entre ambas escuelas de
baile.
El planteamiento inicial resultó sugerente y atractivo, si
bien, al final, Anuj alargó su actuación algo más de la cuenta y terminó cansando
al respetable. A nosotros nos resultó un recital curioso, porque era la primera
vez que asistíamos en directo a una danza de esas características y porque,
aunque el flamenco es lo que más nos interesa, nos gusta conocer y disfrutar de
todo tipo de danzas.
El diálogo que intentaron mantener Smriti y Kantika Mishra
con El Carpeta fue un simple juego que no llegó a cuajar. En el mundo del arte
hay cosas que no se pueden improvisar. Sin embargo, en una cosa coincidieron:
tanto a Anuj como a Manuel el Carpeta —más en
línea con Farruquito que con su abuelo, como es natural— les va la acrobacia y el exhibicionismo
jovial y desenfadado. Desde luego, poco se le puede pedir más a un muchacho de
14 años que lleva el baile en la sangre y domina el compás como la respiración.
Fueron jugueteos que desparecieron cuando subió a escena Rosario
Montoya La Farruca. Primero por seguiriya y luego por soleá impuso seriedad y
jondura. Hizo a su manera el baile de su padre, sin concesiones a nada y dio
sentido flamenco a la convocatoria. Estuvo atrás muy bien arropada por Pedro
Heredia el Granaíno y Mara Rey (cante), Juan Requena (guitarra), Bernardo
Parrilla (violín), Paco Vega (percusión) y Octavio Lozano (palmas).
La música de la compañía Kathak la pusieron Vikas Mishra
(tabla), Hridya Desai (canto y sarod) y Dharamnath Mishra (canto y armonium).