miércoles, 17 de septiembre de 2014

Simplemente María Pagés

María Pagés, una auténtica locomotora de la creatividad, se para también a recordar. Parece el leitmotiv de esta Bienal. Lo hizo Israel Galván con su Fla.co.men. De alguna y de muchas maneras lo hizo Farruquito con Pinacendá. Hay regusto en estas celebraciones del pasado que, sin duda, auguran próximas explosiones de la imaginación. Se mira atrás para dar saltos hacia delante. De momento se están dejando a un lado innecesarias tramas filosóficas y metafísicas. El flamenco es el flamenco y sirve para expresar y transmitir todo tipo de emociones. Y el baile es el baile y nace y vive en los movimientos del cuerpo del bailaor.
 
María configuró sus Siete golpes y su camino a base de letras, músicas, formas y colores. Poemas —Zambrano, Akiko Ysano, Yourcenar, Atwood, Kayirebwa, Farrojzad, Benmousa, la Propia Pagés y Lebaniegos,...— que lee una muñeca articulada, que leen y bailan sus bailaoras, que baila ella. Una torre de Babel de la que poco entendimos porque, la verdad, el árabe y el japonés nos suenan a chino. Después, baile, baile y baile. María luciendo el talle y esos brazos únicos que juegan con el espacio y crean figuras imposibles.  María dirigiendo y moviendo magistralmente a su cuerpo de baile (Isabel Rodríguez, María Vega, Eva Varela, Lucía Campillo, Sonia Franco, Macarena Ramírez, José Barrios, José Antonio Jurado, Paco Berbel y Rubén Puertas). Grupos de los que se desgaja una unidad que luego se integra para que sea otra la que se salga de él. La unidad jugando con el todo. Pura geometría de la danza. Rubén Lebaniegos e Isaac Muñoz componiendo. Pagés aportando sus granitos musicales y poéticos. Ana Ramón y Juan de Mairena cantando. Lebaniegos y Fity (guitarras), Chema Uriarte (percusión), Sergio Menem (violonchelo) y David Muñoz (violín) interpretando melodías y compases. Y todos nosotros disfrutando y subrayando cada número con cerrados aplausos.
 
Foto: A. Acedo. Bienal de Flamenco
 
Una farruca de grupo, unas alegrías con bata de cola con pinceladas de Óscar Niemeyer y el cuerpo de sirena de María, un poco de guasa con exhibición de palillos incluida por tanguillos, bastones y encuentros rítmicos —¡Cómo le gustan a María estos desafíos— por martinete y por tientos-tangos, la trilla y la soleá, y, para cerrar el camino de los recuerdos, una granaína con un vestido de gasas rojas que se extiende a sus pies como la base de un cáliz mágico. Sutileza, belleza, exquisitez. Así es María Pagés y así es su baile. ¡Ole, María!
 
José Luis Navarro