martes, 4 de septiembre de 2012

Manuela Carrasco abrió la Bienal 2012


Con el Alcázar lleno a rebosar Manuela Carrasco estrenó Raíces de ébano. Un espectáculo que ratifica el buen momento y la seriedad artística de la trianera. Manuela se rodeó de cuatro cantaores clásicos: Juanito Villar, El Extremeño, El Pele y Pansequito. Los cuatro le metieron jondura en el cuerpo, aunque fue El Pele el que nos puso los vellos de punta a todos. !Eso es cantar por todo lo jondo! Con sus voces, las guitarras de Joaquín Amador, Alfredo Lagos y Paco Iglesias y las palmas y la percusión de Bobote y José Carrasco, la Carrasco hizo su baile. Un baile que ha ido ganando con los años. Un baile maduro que conserva intactas todas sus señas de identidad: unos brazos enérgicos que siguen alzándose a los cielos para rematar cualquier desplante y unos pies poderosos que arrancan sonidos ancestrales a las tablas. Con ellos inició su actuación, acompañada de unos efectos sonoros que parecía como si temblase la tierra bajo sus pies. Fue una seguiriya de Juanito Villar a la que puso todo el dramatismo que ese cante lleva dentro de sí. Hizo después un taranto con El Extremeño y unas alegrías con El Pele en los que volvió a revivir lo mejor de su baile. 

Foto cortesía de la Bienal

Cerró con una soleá que le dijo Pansequito. Apareció con esa anunciada bata de cola de 2 metros y medio, pero le duró muy poco. Apenas dio una vuelta con ella, cuando en una postura bastante antiestética la desenganchó del traje, la cogió en brazos, la meció —presumiblemente una alusión a lo que pudo haber hecho Medea antes de asesinar a su hijos— y la tiró al suelo. Creo que  para eso no merecía la pena salir con ella a escena.

La obra  está llena de pequeñas alusiones a las cuatro heroínas griegas (Antígona, Ariadna, Elena de Troya y Medea) —algunas coplas y algún que otro elemento simbólico—, que poco añaden al baile de la Carrasco, aunque en nada lo perjudican, con la excepción de un pretendido coro (Irma la Carbonera, Toñi Fernández y Tamara Amador) que es absolutamente prescindible. La dirección escénica corrió a cargo de Pepa Gamboa.

El vestuario, de Aurora Gaviño, excesivamente recargado para nuestro gusto, puso también su granito de arena en la caracterización de cada baile: negro para la seguiriya, rojo para el taranto, blanco para las alegrías y buganvilla para la soleá.

Como detalle anecdótico, hemos de señalar la impúdica entrada de los "servidores públicos", es decir, los políticos que viven a costa de nosotros y son absolutamente incapaces de solucionar ninguno de nuestros problemas. Todos ellos y todas ellas muy monos y muy monas, entraron por un acceso solo para ellos y ellas, sin mezclarse para nada con el pueblo que tuvo que hacer cola para acceder al patio de la Montería. Yo de ellos me lo empezaría a pensar muy en serio si no me convendría quedarme en mi casita y evitar así que el día menos pensado me abuchearan y esperemos que la cosa no pase de ahí, que también podría.