lunes, 9 de abril de 2012

La XVII Bienal. Una herencia inasumible.

Hace solo unos días el Ministerio de Cultura ha hecho público oficialmente el recorte de su contribución a nuestra Bienal, que pasa de los 270.000 euros de la de 2010 a 162.000 para la de 2012. Un 40%. Y mucho nos tememos que lo mismo o más va suceder con la de la Junta de Andalucía. Sabemos también que su directora, Rosalía Gómez, busca desesperadamente mecenazgos que medio equilibren sus cuentas.
Todo esto se veía venir de muy lejos. Por eso nunca entendí cómo una dirección que no tenía toda la certeza de gestionar la próxima Bienal tuvo el valor de ponerle temática (la danza) y fechas (del 7 de septiembre al 6 de octubre), muchos meses antes de que se celebrasen las elecciones municipales que habrían de decidir quién debería organizarla.
Menos aún entiendo cómo una vez nombrada la nueva dirección no empezó por plantearse hasta qué punto era posible cumplir con ese calendario heredado.
Desde su creación en 1980 la Bienal ha crecido en fechas y número de espectáculos a medida que crecía paralelamente su presupuesto. Que el presupuesto de la 17 Bienal iba a reducirse, incluso drásticamente, era más que previsible. En estas circunstancias parece lógico que se limite el número de espectáculos y de fechas. Porque, en contra de lo que algunos de sus pasados gestores, obsesionados por los números, piensan, una Bienal no es mejor ni peor en función del número de espectáculos que se ofrezcan, sino por calidad y novedad de los mismos.
Hay también otros factores que afectan a sus cuentas y a sus números. De todos, sin duda el más importante es el precio de los artistas. Nunca hemos comprendido que un artista de segunda fila, que no es capaz de llenar un teatro, gane en una noche más que un médico especialista en un mes. Pero de este tema hablaremos otro día.
José Luis Navarro