El concierto de anoche en el Central me recordó aquellos
programas dobles de los cines de barrio. Dos películas juntadas al azar. Un
dramón de los sesenta y un estreno rescatado de una sala de "Arte y
ensayo". Un programa que, sin embargo, no atrajo al público que asiste
regularmente al ciclo ―apenas si se llegó a la mitad del aforo―. Y es que a los
que gustan de lo nuevo les atrae muy poco el flamenco festivalero de antaño. Y
lo mismo a la inversa.
A mí me apetecía escuchar el piano de Ariadna Castellanos. Y
lo disfruté. Es un capítulo más en ese libro del flamenco del mañana. Un
capítulo escrito con pasión y delicadeza. Un capítulo que nos dice que el
flamenco no cesa de enriquecerse. Hace tiempo que el piano dejó de ser una
novedad en el universo de lo jondo. Arturo Pavón, Pepe Romero, Dorantes, Pedro Ricardo
Miño y Diego Amador se han ido encargando de ello. Ellos han trazado los
caminos por los que hoy pianistas como Ariadna expresan su sentir jondo. Ella
lo hace a su manera, pero con sabiduría y destreza, trasladando a las teclas de
su instrumento con sencillez e imaginación la esencia musical de los estilos
flamencos que interpreta. Anoche hizo taranta, alegrías, zambra, tanguillos,
rumbas y bulerías. La acompañaron Ané Carrasco a la percusión y Juan Miguel
Guzmán al contrabajo. Contó también con la voz de Jesús Méndez y con Félix
Vázquez que consiguió que el sonido fuese absolutamente inmejorable.
Tras el imprescindible descanso para poder redisponer la
escena, todo cambió. Dimos marcha atrás en el tiempo y volvimos a los sonidos
de ayer, en los que, eso sí, Churumbaque hijo lució una voz limpia y poderosa.
Acompañado por la magnífica guitarra de Niño de Pura y con la percusión de José
Prieto y las palmas y coros de Yolanda y Almudena, hizo cantes de faena
fundidos con tonás, soleá, abandolaos, alegrías y se despidió por tangos.
José Luis Navarro
Lugar:
Teatro Central (Sevilla)
Fecha: 18 de
marzo de 2014.