Lo que se anunció simplemente como un recital de Milagros Menjíbar
se transformó por obra y gracia de Pepa Caballero y Rubén Olmo en un merecido
homenaje a la bailaora que ha revolucionado la bata de cola y que representa
hoy todo lo que la tradición ha dado al baile de Sevilla.
Antes de alzarse el telón José María Velázquez Gaztelu leyó
estas palabras de José Luis Navarro, envueltas en una rondeña de Pedro Sierra:
Milagros
Mengíbar de la Cruz es hija de Triana y de Cádiz y baila desde que tiene
memoria de la vida. Cuando era todavía una chiquilla la gente ya formaba
corrillos para verla dar sus primeros pasitos de baile mientras esperaba el tranvía
en la calle San Jacinto. Debutó con 13 años en el Zoco de Córdoba. Pasó parte
de su juventud en el Patio Andaluz sevillano. Allí le puso alas a la bata de
cola. En 1974 gana el Premio "La Argentinita" en el Concurso Nacional
de Córdoba y comienza su andadura por el mundo. Asombra a todos un 7 de
septiembre de 1988 en la Torre de Don Fadrique. Sevilla descubría por fin una de esas joyas que había
atesorado, sin saberlo, durante años. Desde ese día Milagros no ha dejado de
seducir y emocionar a todo amante de la danza. Hoy, Milagros encarna la
quintaesencia del baile sevillano. Es el baile de mujer por antonomasia, unas
veces seductor y coqueto; otras apasionado, y siempre airoso y encantador. Y
elegante. Conoce y domina todos los palos flamencos. Tiene además la inquietud
creativa y la inventiva necesaria para idearse otros nuevos. Fue la primera en
ponerle formas y pasos a la minera. Después ha creado su malagueña y su
granaína. Milagros baila con todo el cuerpo. La cara expresa y transmite el
mensaje del cante. Los brazos, las manos y la figura adornan la música de la
guitarra. Con las manos dibuja en el aire bellos y sutiles arabescos y con ellas
repiquetea los palillos componiendo primorosos acordes musicales. Sus actitudes
son un canon estético. Sus escobillas auténticos trabajos de orfebrería. Su
dominio de la bata de cola es proverbial. La trata con delicadeza y hace con
ella literalmente lo que quiere. Su baile tiene toda la magia y el embrujo de
un momento único e irrepetible. Milagros es una de las grandes bailaoras que ha
tenido el siglo XX.
Luego, llegó la fiesta del baile. Milagros, acompañada por
Manolo Sevilla, Juan Reina y Rafael Rodríguez, la principió con una caña.
Siguieron Maite Márquez con una seguiriya, Patricia Guerrero con una guajira,
Ana Morales con una soleá y Luisa Palicio con una petenera, todas acompañadas por
Moi de Morón, Vicente Gelo, Miguel López y Juan Campallo. El contraste lo puso
Rubén Olmo moviendo una bata de cola negra a los sones del violín de Bruno Axel
y Milagros puso el punto final por alegrías. Todos ellos derrocharon arte,
empeño y corazón. No se podía pedir más.
Terminada la fiesta, llegaron los recuerdos y los
reconocimientos a la homenajeada. Por las tablas pasaron Luisa Palicio, Cristina
Heeren, José Luis Navarro, José Galván, Ana María Bueno, José Luis Ortiz Nuevo,
Javier Barón y Calixto Sánchez. Se proyectaron imágenes de distintos momentos
de la trayectoria artística de Milagros y el público no se cansó de aplaudir.
Fue un broche de oro, inesperado y fastuoso, para esta I
Muestra de Flamenco de Sevilla.
Eulalia Pablo