domingo, 13 de octubre de 2013

Milagros Menjíbar cerró con honores la I Muestra de Flamenco

Lo que se anunció simplemente como un recital de Milagros Menjíbar se transformó por obra y gracia de Pepa Caballero y Rubén Olmo en un merecido homenaje a la bailaora que ha revolucionado la bata de cola y que representa hoy todo lo que la tradición ha dado al baile de Sevilla.


Antes de alzarse el telón José María Velázquez Gaztelu leyó estas palabras de José Luis Navarro, envueltas en una rondeña de Pedro Sierra:

Milagros Mengíbar de la Cruz es hija de Triana y de Cádiz y baila desde que tiene memoria de la vida. Cuando era todavía una chiquilla la gente ya formaba corrillos para verla dar sus primeros pasitos de baile mientras esperaba el tranvía en la calle San Jacinto. Debutó con 13 años en el Zoco de Córdoba. Pasó parte de su juventud en el Patio Andaluz sevillano. Allí le puso alas a la bata de cola. En 1974 gana el Premio "La Argentinita" en el Concurso Nacional de Córdoba y comienza su andadura por el mundo. Asombra a todos un 7 de septiembre de 1988 en la Torre de Don Fadrique. Sevilla descubría por fin una de esas joyas que había atesorado, sin saberlo, durante años. Desde ese día Milagros no ha dejado de seducir y emocionar a todo amante de la danza. Hoy, Milagros encarna la quintaesencia del baile sevillano. Es el baile de mujer por antonomasia, unas veces seductor y coqueto; otras apasionado, y siempre airoso y encantador. Y elegante. Conoce y domina todos los palos flamencos. Tiene además la inquietud creativa y la inventiva necesaria para idearse otros nuevos. Fue la primera en ponerle formas y pasos a la minera. Después ha creado su malagueña y su granaína. Milagros baila con todo el cuerpo. La cara expresa y transmite el mensaje del cante. Los brazos, las manos y la figura adornan la música de la guitarra. Con las manos dibuja en el aire bellos y sutiles arabescos y con ellas repiquetea los palillos componiendo primorosos acordes musicales. Sus actitudes son un canon estético. Sus escobillas auténticos trabajos de orfebrería. Su dominio de la bata de cola es proverbial. La trata con delicadeza y hace con ella literalmente lo que quiere. Su baile tiene toda la magia y el embrujo de un momento único e irrepetible. Milagros es una de las grandes bailaoras que ha tenido el siglo XX.

Luego, llegó la fiesta del baile. Milagros, acompañada por Manolo Sevilla, Juan Reina y Rafael Rodríguez, la principió con una caña. Siguieron Maite Márquez con una seguiriya, Patricia Guerrero con una guajira, Ana Morales con una soleá y Luisa Palicio con una petenera, todas acompañadas por Moi de Morón, Vicente Gelo, Miguel López y Juan Campallo. El contraste lo puso Rubén Olmo moviendo una bata de cola negra a los sones del violín de Bruno Axel y Milagros puso el punto final por alegrías. Todos ellos derrocharon arte, empeño y corazón. No se podía pedir más.

Terminada la fiesta, llegaron los recuerdos y los reconocimientos a la homenajeada. Por las tablas pasaron Luisa Palicio, Cristina Heeren, José Luis Navarro, José Galván, Ana María Bueno, José Luis Ortiz Nuevo, Javier Barón y Calixto Sánchez. Se proyectaron imágenes de distintos momentos de la trayectoria artística de Milagros y el público no se cansó de aplaudir.

Fue un broche de oro, inesperado y fastuoso, para esta I Muestra de Flamenco de Sevilla.

Eulalia Pablo