El bailaor nace, pero también tiene que hacerse. Y hacerse
significa conocer y llegar a dominar los cánones técnicos y estéticos del baile
flamenco tradicional, de lo que en rigor puede definirse como "baile
flamenco clásico". Superado este estadio, el artista podrá adentrase por
los caminos de la creación personal. Primero serán pequeños detalles,
movimientos aislados, los que irán revelando la personalidad del bailaor. Luego,
será lo que su imaginación le dicte.
Este es el estadio en el que vimos a «Niño Carmela». Nos gustó
su aplomo, sus hechuras y el conocimiento que delata la posesión de unos cimientos sólidos.
Tiene además personalidad —algo imprescindible para ser alguien en el panorama
de hoy, tan proclive a la uniformidad estilística—. Y aún más y posiblemente lo
más importante: Javier siente el baile y disfruta bailando.
A partir de aquí será lo que él quiera y lo que su
imaginación sea capaz de concebir. Y, por supuesto, también necesitará suerte.
Nosotros se la deseamos al tiempo que un porvenir brillante.
Anoche hizo un taranto y una soleá impecables. Estuvo muy
bien acompañado por una gran voz, Ana Fernández, una magnífica guitarra,
Guillermo Guillén, y un buen par de palmeras, Eli Vázquez y Verónica Muñoz.