Víctor Ullate se lo pensó muy mucho antes de decidirse a montar su Carmen. Sabía que ya habían nacido
muchas Cármenes, tanto en la danza como en el cine, y algunas de extrema
calidad —destacan la de Roland Petit para Les Ballets de Paris, la de Alberto
Alonso para el Bolshoy Ballet, la de Mats Ek para el Cullberg Ballet y la de
Salvador Távora, para nosotros una de las mejores—. Luego, una noche, solo, en
una playa canaria, en la isla de La Graciosa, escuchando a Bizet, Ullate soñó
su Carmen y se puso manos a la obra. Quería una Carmen distinta, “una Carmen
del siglo XXI”. Y eso es lo que engendró.
La Carmen de Merimée era una
desvergonzada y caprichosa cigarrera trianera que volvía locos a los hombres.
La de Ullate es una mujer de doble vida. Por el día es una modelo de alto
standing que luce las mejores galas y que por la noche trabaja en un puticlub.
A mí estas cosas me parecen propias de un caradura que, a falta de
mejores ideas, se apropia de una obra avalada por la mejor tradición para hacer
con ella todas las barrabasadas que se le ocurran. ¿Por qué no la ha llamado
Lulú? Habría sido así su Lulú y nadie
habría tenido por qué compararla con ningún otro personaje real o de ficción.
Claro que esto habría tenido un gran inconveniente. Habría tenido que
prescindir también de las partituras de Geoges Bizet y eso ya es harina de otro
costal. Y es que no está al alcance de cualquier músico componer unas páginas
musicales de la belleza de las del compositor francés. Porque lo que ha hecho Pedro
Navarrete, el autor de la versión musical de Ullate, ha sido entrar a saco en la
obra de Bizet, escoger algún que otro pasaje célebre y cometer toda clase de tropelías.
Pero, ¿tiene algo bueno esta Carmen
de Ullate? Hombre, salvadas, o mejor, ignoradas todas las cuestiones de
principio, en términos generales, se puede decir que la
obra del bailarín y coreógrafo aragonés, sin ser en absoluto nada excepcional, resulta
entretenida y tiene momentos aceptables, incluso excelentes. Sin duda lo son
los pasos a dos de Lucía Lacarra y Josué Ullate. Por otro lado, divertidos son también
algunas evoluciones, que no todas, del magnífico cuerpo de baile. Y pare usted
de contar.
José Luis Navarro