martes, 20 de febrero de 2018

Un acto de valentía y el ejercicio de un derecho


Rosario Guerrero “La Tremendita” (Triana, 1984) lleva el Flamenco en los genes. Flamenco es su padre, José el Tremendo. Flamenca era su bisabuela, Enriqueta la Pescaera. Flamenca era su tía abuela, La Gandinga. Desde bien niña canta Flamenco. Se ha hecho cantaora en peñas, festivales y concursos. Ha cantado atrás y alante. Nadie le puede negar su conocimiento de los cantes.
A sus treinta y pocos años ya ha recibido importantes reconocimientos en el mundo del flamenco. En 2002 logra el Premio Joven en el Festival “Antonio Mairena”. En 2004 se hace con el Premio Nacional Manolo Caracol del XVII Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. “A tiempo” (2010), su primer trabajo discográfico, recibe el Premio Flamenco Hoy al Mejor Disco de Cante Revelación y “Fatum” (2013), su segundo, es finalista en los Grammy latinos en la categoría de Mejor Álbum Flamenco.


Pero La Tremendita es una persona inquieta y valiente que no se conforma con repetir una y otra vez los mismos sones y las mismas melodías de siempre. Le bullían otras músicas y otros sonidos en la cabeza y se decidió a dar un paso adelante, a experimentar con ellos. Tenía y tiene todo el derecho del mundo, porque el arte no es, ni debe ser, una mordaza. Y jugó con la música electrónica. Le gustó. Y acopló lo que ella sabía y dominaba, el Flamenco, a esos sonidos. Y nació “Delirium tremens”. Fue, en palabras suyas, “un placer prohibido”, al que ha dedicado los últimos 4 años. Durante ellos ha recorrido un camino que, según ella, va del Caos y su aceptación (Fuga) al Tedeum o celebración jubilosa, pasando por el aprendizaje (Ahínco).


En el Teatro Central, acompañada de sintetizador y guitarra eléctrica y la presencia física de dos extraordinarios músicos, Pablo Martín Jones (batería) y Pablo M. Caminero (contrabajo y bajo) y la participación en un par de temas de José Acedo (guitarra), presentó este singular trabajo. Ella hizo, a su manera, taranta, fandangos abandolaos y de Huelva, soleares alfareras, un polo con aroma y estribillo caribeño, pasodoble, serrana, tangos con dos tercios de mariana, un cante arromanzado, unos tientos apenas reconocibles y unas bulerías para cerrar.


Unos temas absolutamente personales en los que ella demostró sus excepcionales dotes como cantaora —conocimiento de los estilos y una sin par afinación, no así la vocalización— que llevan el Flamenco a una nueva dimensión: un Flamenco electrónico con una peculiar sonoridad que, para nosotros, se aviene mal con los sentimientos que el Flamenco transmite, ya que los enmascara y ahoga en un entorno musical ensordecedor.
                                                                                                   José Luis Navarro
                                                                                            Fotos: Remedios Malvárez