Yo debo ser un tío muy raro. Eso dice mi vecina. A ella no le
cabe en la cabeza que a una persona le pueda gustar a un tiempo el Flamenco y
la Música Clásica. Para mí tanto monta Antonio Mairena como Amadeus Mozart, por citar dos nombres ilustres de
ambas músicas. Pero eso no es todo. A mí Mahalia Jackson me emociona tanto como
Fernanda de Utrera. Y no digamos Whitney Houston. Con ella muero.
Evidentemente, cuento estas cosas porque a mí me gustó el
concierto que dio Raúl Rodríguez anoche en el Teatro Central. Mario Mas, Aleix
Tobias, Pablo Martín Jones, Guillem Aguilar, Jordi Fornels, Paco Pavía, Marco
Vargas y Raúl desataron un torbellino rítmico que puso patas arriba el patio de
butacas del local del extrarradio trianero. Ellos lo llaman “afro-flamenco-eléctrico”.
Yo lo llamaría jazz andaluz. Pero, en definitiva, Raúl estuvo pletórico en plan
showman. Marco estuvo genial en sus pataítas. Eso sí, flamencas. En realidad,
todos, cada uno en su papel, estuvieron sembrados. Bueno, si he de ser sincero,
Mario debe practicar mucho más su soleá eléctrica.
Pero, al fin, cualquiera se puede preguntar “Esto, ¿es
flamenco?” Pues no. Eso no es flamenco. Y la segunda pregunta se ve venir: “Pues,
si no es flamenco, ¿qué pinta en un ciclo que se denomina «Flamenco viene del sur»?” Bueno, ya
se sabe que los políticos hacen lo que les da la gana. Y puestas así las cosas,
yo les pediría que trajesen también a estas tablas antes de que nos deje a la
octogenaria Roberta Flack, que ha hecho historia en el jazz, en el soul, en el
rhythm & blues y en el folk, y luego que cada uno diga lo que le parezca.
José Luis Navarro